tag:blogger.com,1999:blog-71546786178062676132024-02-19T09:46:09.757-03:00Menos de lo mismoNatalia Arenashttp://www.blogger.com/profile/05495089063618821630noreply@blogger.comBlogger64125tag:blogger.com,1999:blog-7154678617806267613.post-54358806694385907022017-07-29T12:32:00.001-03:002017-07-29T12:33:57.967-03:00Cuesta abajo<br />
Con la fuerza de una decena de caballos blancos, se elevó por encima de lo inimaginable. Se había gestado un poco más allá de la orilla y, con ímpetu, se erigió ante la inmensidad. Durante cinco segundos fue una pared de agua salada, cristalina, capaz de detener al más valiente. Un monstruo artero, sin un enemigo preciso.<br />
<a name='more'></a><br />
Yo observaba desde el borde. Sentada con las piernas flexionadas y los tobillos cruzados entre sí, como dispuesta a meditar pero sin necesidad de hacerlo. Los antebrazos sobre las rodillas, las muñecas hacia abajo, las manos muertas, los dedos rozando la arena apenas húmeda.<br />
<br />
Justo antes de derrumbarse, la cima blanca, espumosa, se apoderó del sol y encandiló el resto del mar. Y, entonces, el rugido, el remolino, la demolición. Y la nada.<br />
<br />
Era una metáfora perfecta –y frecuente- la maravilla que acababa de presenciar. “Desde la cima, el camino siempre es cuesta abajo”, pensé. Y me puse a escribir.Natalia Arenashttp://www.blogger.com/profile/05495089063618821630noreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-7154678617806267613.post-70787802612272612782017-03-06T18:34:00.000-03:002017-03-06T18:34:47.083-03:00Nuevos airesLacio y ligero, el pelo le rozó los hombros cuando desarmó ese rodete que cada mañana, incluso antes de cepillarse los dientes y lavarse la cara, improvisaba sobre su cabeza. Apenas lo sostenía con una banda elástica que siempre parecía a punto de romperse, pero resistía.<br />
<br />
<br />
<a name='more'></a><br />
Por un instante se quedó mirándose en el espejo, casi no se reconocía con el pelo suelto. Le resultaba incómodo para planchar, para lavar los platos y después secarlos. También para fregar los pisos, lustrar los muebles y desinfectar el baño. Incluso cuando salía a hacer las compras o a llevar a los chicos a la escuela y el viento le azotaba el rostro, perdía visibilidad en esa maraña de tierra y mechones.<br />
<br />
Apagó la luz de la habitación y caminó hasta la cocina. De una de las sillas tomó una cartera y de arriba de la mesada una pancarta casera que en letras rústicas decía “Igualdad”.<br />
<br />
Se dirigió hacia la puerta principal, la abrió y antes de salir se detuvo. Se desató el delantal, sucio de grasa, y lo arrojó hacia una silla con imprecisa puntería. Se quedó mirándolo, hecho un bollo, en el piso. Sonrió. Cerró la puerta. Caminó, con el pelo suelto. Lacio y ligero.<br />
<div>
<br /></div>
Natalia Arenashttp://www.blogger.com/profile/05495089063618821630noreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-7154678617806267613.post-79598519334759690992017-03-06T18:16:00.001-03:002017-03-06T18:16:54.903-03:00Absorto*<div style="text-align: right;">
<span style="background-color: white; color: #1d2129; font-family: "helvetica" , "arial" , sans-serif; font-size: 14px;"><i><b>*Mención de honor en el II Concurso digital de Microrrelatos </b></i></span></div>
<div style="text-align: right;">
<i><b><span style="background-color: white; color: #1d2129; font-family: "helvetica" , "arial" , sans-serif; font-size: 14px;">"Mi historia cotidiana", </span><span style="background-color: white; color: #1d2129; font-family: "helvetica" , "arial" , sans-serif; font-size: 14px;">organizado por el Municipio de Lomas de Zamora</span></b></i></div>
<span style="background-color: white; color: #1d2129; font-family: "helvetica" , "arial" , sans-serif; font-size: 14px;"><br /></span>
<span style="background-color: white; color: #1d2129; font-family: "helvetica" , "arial" , sans-serif; font-size: 14px;">Por un momento, creyó que no volvería a verlo. Lo había perdido de vista. Lo había visto alejarse, subir unas lomas y perderse entre el follaje de una centena de árboles que se cerraban tras su paso. Entonces, corrió. Improvisó un camino que resultó erróneo y, desorientado, giró la cabeza para un lado y después para el otro. Nada. Nadie. </span><br />
<a name='more'></a><span style="background-color: white; color: #1d2129; font-family: helvetica, arial, sans-serif; font-size: 14px;">El viento le azotaba la cara. Lo distrajo una bandada de pájaros que, inalcanzable, se perdió también entre los árboles. Pero más arriba, bastante más arriba. Lo tomó como una señal. Y hacia allí fue. Subió, se resbaló, se recompuso y llegó. Envuelto en un silencio sólo aplacado por el cantar de aquellas aves que lo habían distraído, ahí estaba su compañero, absorto. Enmarañado en quién sabe qué pensamientos, ahí estaba, inmóvil. Más libre que nunca. Que siempre.</span><br />
<span style="background-color: white; color: #1d2129; font-family: "helvetica" , "arial" , sans-serif; font-size: 14px;"><br /></span>
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<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg-1Cv3uzeHaEsRvQXNIfmAF33Kw7Dc5PWtXCcQJyjr-rhzPCQG5GiYj2hj0g7DUjGN0TMEihdzz4ImTGrmj08wTHZWTtShL3c1lwYTk8NDh4NBk83f7act9B2RhhJs6XcnIgQrB_axQPSj/s1600/14595821_10210904146464311_4158238056476397947_n.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="240" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg-1Cv3uzeHaEsRvQXNIfmAF33Kw7Dc5PWtXCcQJyjr-rhzPCQG5GiYj2hj0g7DUjGN0TMEihdzz4ImTGrmj08wTHZWTtShL3c1lwYTk8NDh4NBk83f7act9B2RhhJs6XcnIgQrB_axQPSj/s320/14595821_10210904146464311_4158238056476397947_n.jpg" width="320" /></a></div>
<span style="background-color: white; color: #1d2129; font-family: "helvetica" , "arial" , sans-serif; font-size: 14px;"><br /></span>Natalia Arenashttp://www.blogger.com/profile/05495089063618821630noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7154678617806267613.post-51260712490061518392016-03-18T09:20:00.003-03:002017-03-06T18:52:36.199-03:00Luz<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;">De todas, la que más le gustaba era Luz. Tal vez por esa mirada aniñada o por ese lunar (que en realidad era una verruga, pero a él no le gustaban las verrugas) justo debajo de la boca, pero más al costado derecho, casi rozando la pera. Sexi. Ese lunar (verruga) era sexi.</span><br />
<br />
<a name='more'></a><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;">La descubrió un mes después de que ella llegara. Le llamó la atención esa voz de locutora (bueno, era bastante ronca) que se plantaba sobre todas las demás y las hacía enmudecer. Y nunca más dejó de mirarla. Porque no sabía cómo hacerlo. Luz se paraba en el centro del aula y... alumbraba. Levantaba su puño hacia al techo cada vez que concluía un discurso. Y lo hacía con una ternura inmaculada (con una fuerza más parecida a la brutalidad, en realidad, que le brotaba desde el pecho). No podía dejar de mirarla.</span><br />
<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><br /></span>
<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;">Y cuando no la miraba, la pensaba, la recordaba, la imaginaba. Como en un sueño, pero con los ojos bien abiertos, la evocaba. Esa sonrisa amplia que desnudaba los dientes blancos y perfectos. Esa sonrisa (que, en realidad, era apenas una mueca) que le regalaba (sin proponérselo) a cada persona que se le acercaba a hablarle. A cada persona, menos a él. Porque él nunca se le acercaba. Lo inhibía un poco esa desfachatez que a la vez lo enamoraba (desfachatez que originalmente era torpeza, inmadurez) y que la volvía tan irreverente (mal educada –o mal aprendida, dirían sus padres-).</span><br />
<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><br /></span>
<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;">El último día de clases, decidió acercarse. Con una excusa tonta, que ya ni recuerda, comenzó a hablarle. Ella estaba apurada y le contestó con monosílabos. Pero después se soltó y la charla se hizo más (bueno, sólo un poco) amena. Comenzaron a caminar hacia la salida y a él se le caían las horas, los días y los meses encima. Reunió todo el valor posible y con un nudo marinero en la garganta le dijo que tal vez, por ahí sea posible algún día ir a tomar algo. Ella le sonrió y sosteniendo más fuerte los libros contra su pecho, como si estuvieran por caerse, le contestó, burlona: “¿Vos te viste?”. Por un instante, él se la quedó mirando. Por primera vez, pudo ver esa mueca burlona, esa torpeza, esa brutalidad innecesaria. Y esa verruga. Esa inconfundible y asquerosa verruga.</span>Natalia Arenashttp://www.blogger.com/profile/05495089063618821630noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-7154678617806267613.post-27325130445537093972014-10-22T22:17:00.000-03:002017-03-06T18:53:16.097-03:00Miriam Lewin: "La verdad cura siempre"<div style="background-color: white; line-height: 19px; padding: 8px 0px; text-align: justify;">
<div style="text-align: right;">
<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><i><b>(Publicada en Diario Popular, el 21/10/2014)-.</b></i> </span></div>
<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><br /></span>
<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;">Cuando a Miriam Lewin, la ferviente militante montonera de 19 años que aún no había 'caído', le dijeron que a una de sus compañeras secuestrada le permitían llamar a su casa, ella se sorprendió. Y no dudó en juzgarla. "Lo que pasa es que se acuesta con un represor", le completaron. A Miriam no se le ocurrió poner en duda esa afirmación y, mucho menos, imaginar la situación desesperante en la que su compañera, seguramente, estaba. </span></div>
<div style="background-color: white; line-height: 19px; padding: 8px 0px; text-align: justify;">
<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;">"Yo realmente era víctima y victimaria a la vez", afirma Lewin a DiarioPopular.com.ar, casi cuatro décadas después, en un bar de San Juan y Lima, en el barrio porteño de Constitución. </span></div>
<div style="background-color: white; font-family: Arial, Helvetica, sans-serif; font-size: 15px; line-height: 19px; padding: 8px 0px; text-align: justify;">
</div>
<a name='more'></a><br />
<div style="background-color: white; line-height: 19px; padding: 8px 0px;">
<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><b>"Yo misma, cuando una compañera dentro de la ESMA me dijo que la habían violado, la interrogué y le dije '¿Pero cómo te violaron?',</b> pensando que una violación dentro de un centro de concentración tiene que ser con un arma de fuego o con un cuchillo. Sin entender que, en ese contexto no se puede hablar de consentimiento", aclara.</span></div>
<div style="background-color: white; line-height: 19px; padding: 8px 0px;">
<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><b>"Putas y guerrilleras" (Planeta, 2014)</b> surgió, en parte, como un exorcismo de ese (y otros) prejuicios que, aun siendo víctima de los más atroces vejámenes, Lewin conservaba. Lo idearon y escribieron con la también periodista y en aquellos años dictatoriales militante (aunque no secuestrada) Olga Wornat. </span></div>
<div style="background-color: white; line-height: 19px; padding: 8px 0px;">
<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;">"Teníamos la necesidad de comprender qué es lo que había pasado", apunta Miriam, quien "tenía una concepción de que lo que había pasado en algunos casos tenía que ver con la voluntad, con el libre albedrío que podía haber tenido la prisionera".</span></div>
<div style="background-color: white; line-height: 19px; padding: 8px 0px;">
<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;">Ni Miriam ni Olga –ni tantas otras, seguro- entendían hasta qué punto las mujeres tuvieron su voluntad y su subjetividad "absolutamente arrasada". <b>"No teníamos (las prisioneras) ningún derecho: comíamos, dormíamos, nos vestíamos, como y cuando ellos querían"</b>, recuerda Lewin. </span></div>
<div style="background-color: white; line-height: 19px; padding: 8px 0px;">
<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;">No es casualidad, tampoco, que el libro se edite en épocas en que la veracidad del testimonio de las mujeres continúa siendo endeble y los medios son, muchas veces, propulsores de ese discurso machista y patriarcal. </span></div>
<div style="background-color: white; line-height: 19px; padding: 8px 0px;">
<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;">Comprender la naturaleza de la violencia sexual incluso en la actualidad es otro de los objetivos de este trabajo conjunto. Porque así como a las mujeres sobrevivientes de los campos de concentración les decían "por algo será" y "se habrá acostado con el represor", las víctimas de violencia sexual de estos años también están bajo sospecha.<b> "Siempre es la víctima la que ofrece un flanco y el hombre aparece como un animal irracional que no se puede contener ante la mínima 'insinuación', entre comillas, que le hace una mujer", </b>detalla Lewin y se pregunta, en este bar pero también en el libro, qué hubiese pasado si los roles hubieran estado invertidos, si las represoras hubieran sido mujeres y los hombres hubiesen aprovechado la atracción sexual que ejercían sobre alguna de ellas para sobrevivir. "¿Hubieran dicho, como de nosotras, que son unas putas? No, lo hubieran esperado en el bar de la esquina para levantarlo en andas, al grito de 'pero qué vivo, qué macho", imagina.</span></div>
<div style="background-color: white; line-height: 19px; padding: 8px 0px;">
<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;">Para leer la nota completa, <a href="http://www.diariopopular.com.ar/notas/206644-miriam-lewin-la-verdad-cura-siempre" target="_blank">click acá</a></span></div>
Natalia Arenashttp://www.blogger.com/profile/05495089063618821630noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7154678617806267613.post-63685619518652453462014-08-18T10:09:00.002-03:002017-03-06T18:53:37.802-03:00El deleite de ver a Brie<div style="text-align: right;">
<b><i>(Publicada en Crónicas y Versiones, el 17/08/2014)-.</i> </b></div>
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Solito, en camiseta y calzoncillos, el artista irrumpe en ese escenario lúgubre que simula un velorio, y lo avasalla. Es César Brie, quien con su acento argento-boliviano-italiano va prendiendo una a una las velas que rodean la escena y conmueve, con sólo mirarlo.<br />
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<a name='more'></a>El dramaturgo, actor y director César Brie volvió a su país de procedencia y, antes de presentarse en cualquier otro circuito porteño, decidió plantarse en el Banfield Teatro Ensamble (Larrea 350, Lomas de Zamora), donde, hasta el domingo 24 de agosto, los que gusten de las creaciones de este monstruo teatral podrán disfrutar del “Festival Brie”.<br />
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“Sólo los giles mueren de amor” es uno de los cuatro unipersonales que presentó en la sala teatral lomense, donde derrocha su talento, su fluidez actoral y su versatilidad. Para relatar la vida de un artista idealista y enamorado de un amor (acaso imposible por su propia torpeza) que nunca le correspondió, Brie pasa de la melancolía al éxtasis, de la monotonía a la lujuria en un tempo casi perfecto.<br />
<br />
La postura, los gestos e incluso la voz cambian radicalmente de un momento a otro, y el espectador pasa de la risa al nudo en la garganta. Es que las andanzas de El Flaco (el protagonista) recorren en esta obra la niñez, la adolescencia y la adultez, con ese tono tragicómico que Brie le imparta. Así, las primeras experiencias sexuales con su almohada, la negación al burdel, el chupacirismo de la madre, el idealismo, el exilio y el amor (siempre el amor) son interpretados con una maestría que cualquier alumno de teatro no debería ignorar. <br />
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La nota completa en <a href="http://cronicasyversiones.com/?p=3201">http://cronicasyversiones.com/?p=3201</a>Natalia Arenashttp://www.blogger.com/profile/05495089063618821630noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7154678617806267613.post-59486630788726194962014-02-26T20:27:00.002-03:002017-03-06T18:53:48.713-03:00Jugar a ser<div style="text-align: justify;">
Lo de ser monja se me había ocurrido porque por aquellos años (8 o 9 míos) no sólo daban en la tele la serie “El pájaro canta hasta morir”, sino que después arrancó, made in Argentina, “La extraña dama”.<br /><br />A mi tío Hugo la esquizofrenia lo había inundado de misticismo y un día nos regaló a mi hermana y a mí un crucifijo grande madera, a cada una. En realidad tenía una cadena, así que era un rosario. A mi mamá mucho no le gustó porque no estábamos bautizadas y la consigna siempre fue que ambas (mi hermana y yo) elijamos más adelante si queríamos pertenecer a alguna religión en particular o no. Con el tiempo, optamos por la opción “ninguna”. Pero ese es otro tema.</div>
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</div>
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<a name='more'></a><br />
Lo cierto es que entre el pájaro, la dama y la cruz se me hizo una tara en el cerebro y empecé a jugar a que era monja. Cuando sos chico, la apariencia es lo de menos y tampoco en los ‘80 había tantos recursos ni disfraces para ser una auténtica novicia (claro, también vi La novicia rebelde por aquella época, mirá que justo), por lo que el atuendo era una manta o una sábana, el pelo tirante hacia atrás y, por supuesto, el rosario colgado del cuello. <br />
<br />
El juego era, ahora que lo pienso, un tanto aburrido, porque no había mucho diálogo, ni siquiera con personajes imaginarios. En todas las oportunidades yo era una monja en soledad, como imaginaba que vivían las monjas. Y casi siempre estaba arrodillada (!), rezando. Rezaba el Ángel de la guarda, supongo, porque jamás me supe (ni sabré) el Padre Nuestro, el Ave María ni nada de nada. Ni siquiera leí la Biblia, mirá lo que te digo. <br />
<br />
Pero las películas y novelas de la época mellaron y lo particular de la monja Natalia era que se enamoraba ¡de un cura! En definitiva, lo importante era el amor, no la religión ni las creencias ni qué ocho cuartos. El amor prohibido era el tema. Una serie de desencuentros con un sacerdote imaginario inundaba mis tardes. No, no había visto “Camila”, porque no me dejaron, pero de haberla visto, el rostro del cura segurísimo hubiese sido el de Imanol Arias. Aunque Camila no era monja. Pero en “La extraña dama” ella no se enamora precisamente de un sacerdote y “En el pájaro canta hasta morir” es el cura el que se enamora. Los argumentos posibles eran tantos que yo había armado mi propia historia. Así que bien podría haber sido Ladislao Gutiérrez mi objeto de amor. <br />
<br />
De haber sido una novela, hubiese sido un embole. No había mucho dinamismo en mi historia de monja enamorada. No caminaba mucho la cosa. Lenta. Eso era. Todo pasaba lento. Con esa cantidad de tiempo, horas que tenés cuando sos chico. Ese tiempo que a veces (muchas veces, en mi caso) te aburre, te asfixia... ironía pura te devuelven los años, después, cuando las agujas de los relojes te presionan, te persiguen.<br />
<br />
El final fue lo más emocionante, porque hubo beso. La palma de mi mano se llevó un largo y contenedor beso, a boca cerrada, que, esta vez sí, hubiese conmovido a más de uno. No es que yo hubiera decidido con anticipación que ese sería el final. Como suele pasar cuando sos chico, sin tanta estructura amasijada alrededor de uno mismo, empezás juegos, los dejás por la mitad o los terminás abruptamente sin planificación. Yo simplemente, al otro día del beso, empecé a jugar a otra cosa. Básicamente, porque ese era el final, por decantación. No importaba qué pasaba después del beso, el hecho era el beso en sí. La felicidad de mi monja estaba ahí, en ese beso. No importaba si la echaban del convento, si se escapaban juntos con el cura. Mucho menos importaba lo que venía después de ese escape. Te dieron un beso, te casás. Punto.<br />
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Mi versatilidad vocacional nunca estuvo más desarrollada que en esos años. Antes o después del hábito, quise ser albañila. Así, con a. Porque viste que no hay albañiles mujeres, por lo que no existe denominación para las que aspirábamos a tal oficio. Pero yo entendía que mi condición de fémina le señalaba el género a la palabra neutra, por lo que no dudé: albañila.<br />
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Cuando era chica, en mi casa había albañiles seguido, porque estábamos en plena construcción, justo detrás de la casa de mi abuela y mis tíos. Así fue que empecé a encariñarme con el oficio. La máquina mezcladora (¿tiene un nombre?) de cemento era hipnotizadora para mí. Podía quedarme horas mirando cómo daba vueltas, como un perro cuando mira un lavarropas en marcha. Pero mi verdadera debilidad era el después: la manera en que los muchachos “untaban” la pared con esa mezcla, la alisaban de manera casi obsesiva con esa espátula, grumito por grumito, y después, tuc, mandaban el ladrillo. Arte. Eso para mí era arte. Para eso quería ser albañila. Para mezclar y después colocar ladrillos. Ah, qué trabajo tan placentero, bien enchastrada hasta las pestañas, con la piel durita por los rastros de cemento. Una mugre, que mi mamá detestaba. <br />
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El enchastre fue decisivo para lo que vendría después. El gran terreno de mi casa se convertiría, en pocos años, en el escenario perfecto para las postas (caseras) de “Jugate Conmigo”. Tierra, barro, pasto, agua, soda, piedras, todo valía para los preparados. Pero mi carencia de destreza para las postas y la supervivencia hizo que el amor por el enchastre virara en platos gastronómicos. Recuerdo uno en particular: fideos con tuco y mucho queso. Lo había logrado con mucha vegetación, barro y una mezcla exquisita de unos aerosoles que tenía mi papá en su taller (de lo que se debe estar enterando ahora mismo). Un manjar.<br />
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Vendedora de libros, verdulera, maestra (obvio) y embarazada (mamá, no; embarazada, con almohadón) fueron las variantes que vinieron después. Con mi hermana también jugábamos a tener una banda de rock (o pop o no sé) y cantábamos canciones inspiradoras (play back) del “17 Top Hits”. Como buenas rock stars, teníamos novios acordes a nuestro divismo. Pero ahí mi hermana siempre me llevaba la delantera: el hecho de ser más grande hacía que decidiera, incluso por mí, el rostro de nuestras parejas. Así es que ella estaba de novia con el líder de Europe y a mí, como premio consuelo, me tocó el guitarrista, que ni siquiera sabía quién era. Pero tenía novio, con eso bastaba.<br />
<br />
Lo de ser periodista vino bastante después, cuando ya no jugaba (tanto) y, en cambio, desfilaba por asaltos y los primeros boliches. Terminé de decidirme a los 16, con el empuje de un profesor de Periodismo.<br />
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Ahora que soy periodista y trabajo en un diario, donde todos los días hago algo que se le asemeja bastante al periodismo pero no termina de serlo, conservo poco de aquellos viejos oficios. Los “oficios terrestres”, como decía Walsh. La madurez hizo que abandone lo platónico de los amores prohibidos e innecesarios y que evite enchastrarme, por ejemplo. Pero los libros no los abandoné y tampoco la docencia que, más allá de haberla ejercido, a veces me pongo en Ciruela insoportable y explico como si quien estuviera adelante fuera un alumno. Vicios que me quedaron. También sigo cantando, tarareando y, aunque no soy una rock star (ni quiero serlo) alguna vez agarro un fibrón y lo convierto en micrófono. Y me río mucho al verme hacerlo, porque vuelvo a ser una niña que transforma cualquier objeto en lo que quiere... así de fácil era antes. Magia.<br />
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Hace un tiempo, adelantándome brúscamente porque sólo tiene 4 años, le pregunté a mi sobrina qué quería ser cuando sea grande, y ella dijo “periodista”. Por supuesto le pregunté como quién, segura de la respuesta, y no me defraudó: “Como la tía Naty”. Durante un tiempo se lo hacía repetir en reuniones y hasta delante de mi hermana, su mamá, para desplegar mi orgullo y la envidia de los demás. <br />
<br />
Pero un día Mara tardó en responder y se quedó pensando. Y después de un silencio acompañado por un revoleo de párpados, respondió: “surfista”. Le gusta mucho el mar, sí. Y las olas.<br />
<br />
Ahora hace mucho que no se lo pregunto, pero si hago la prueba estimo que la respuesta puede ir desde “Violetta” hasta “peluquera”. Y está bien. Que sea lo que quiera. Ahora es el momento de ser una o todas esas cosas juntas. De explorar, disfrazarse, aburrirse, cambiar, correr, dibujar... nadie, ni siquiera ella, puede saberlo.<br />
<br />
Con los años lo tendrá más claro y será feliz, espero, con su vocación. O con su oficio. O con lo que sea. Qué sé yo. Después de todo, ni un rosario, ni una banda, ni una librería, ni una cocina y ni siquiera el periodismo te da la satisfacción de la certeza más absoluta que puedas encontrar. Esa que un día se te revela y te convence de que, hagas lo que hagas, en el lugar que sea, no tenés que dejar de ser vos. Lo demás... lo demás va y viene. Natalia Arenashttp://www.blogger.com/profile/05495089063618821630noreply@blogger.com5tag:blogger.com,1999:blog-7154678617806267613.post-54606287323791440132013-07-01T20:20:00.002-03:002013-07-02T10:59:57.297-03:00Decí treinta y tres<div style="text-align: justify;">
<b>“Decí treinta y tres”, me dice el doctor con su estetoscopio en mi espalda. “Treinta y tres”, digo y me lo pide otra vez. “Treinta y tres”, repito. “Todo bien”, me dice, mientras saca su sellito, lo estampa contra el recetario, y firma inentendiblemente sobre la hoja que, más tarde, va a arrancar y a darme en mano.</b></div>
<div style="text-align: justify;">
</div>
<a name='more'></a>Nunca supe qué pasaría si el resultado de mi “Treinta y tres”, seguro, imperativo, daba mal. Si escuchaba algo extraño por ese aparatito similar a las trompas de falopio. No sé. ¿Cómo se escuchará por ahí? Ni idea. Tampoco quiero experimentarlo. Los médicos no son de mi simpatía. Los médicos que tienen que atenderme, claro. Con los que me cruzo por la vida (o con vos, que me estás leyendo) todo bien. Digo: no me gusta ir al médico. No me gusta consultar. Soy (una especie de) hipocondríaca, pero no me gusta consultar. Estuve días, semanas, con alguna dolencia y, por miedo, imaginé lo peor pero nunca fui al médico. “Ocuparte, en vez de preocuparte”, hubiera dicho mi psicóloga. Pero, no. ¿Para qué? Con asustarme y pensar que el peor de los males me aqueja durante un par de días, basta. Así funciona. Así funciono.<br />
<br />
Y a esta altura, claro, no hay manera de cambiarme. No es que sea vieja, no. Pero estoy grande. Crecida. ¿Adulta? No sé. Crecida me gusta más. <br />
<br />
El caso es que el 33 es un número. Bueno, sí, qué novedad, claro que es un número. Pero a esa afirmación hay que leerla con cierto tono, con cierto énfasis en el “es”. Vamos de vuelta: “Y, sí, el 33 ES un número”. No tuve depresión de los 30. Los cumplí, los pasé y ya. Vinieron los 31, los 32. Y ahora, 33. Es un número. La puta si lo es.<br />
<br />
Es un número clave. En la historia, al menos. Tres personas históricas murieron a los 33 años y dejaron una marca. De dos de ellos puedo asegurar su existencia: el Che Guevara (<i><b>Ver N de la R</b></i>) y Eva Perón. De un tercero, no. Cristo también murió a los 33. Después, dicen, resucitó. No sé. Cosas de la Biblia. Ni idea de eso, tampoco.<br />
<br />
La cosa es que tanto Evita como el Che se murieron tempranísimo. Dejaron pendientes una inmensidad de cosas. Pero hicieron otras tantas. Ideologías aparte, ambos hicieron sus revoluciones. Y no tenían ni 30. A los 33 (acá viene el meollo de la cuestión) los encontró la muerte y ya habían dejado una huella. Punto. Es eso. Ahí mi tema con el treinta y tres. <br />
<br />
Nunca fui una revolucionaria, más bien siempre caminé algo temerosa. Al menos, hasta los veintipico. Después fui tratando de crecer (y no de sentar cabeza). Y lo sigo haciendo. Mi revolución, más bien, es conmigo misma, pienso, justifico. Y viene de hace no mucho. La revolución de arriesgarme, de soltar cosas, personas, situaciones que no me dejan/dejaban mucho. La revolución de caminar sin tanto soporte, con más impertinencia y menos cuidado. La revolución de hacer. De ser hacedora de mi propia vida, de no verla pasar como una película dirigida por un director que no sea yo misma. La revolución de apropiarme de mi, para poder entregarme a otros. Esa es mi pequeña, pero trabajosa revolución. Es interna y externa. Es cotidiana, es adrenalítica. Es provocadora, pero nunca cobarde. Es, a veces, mezcla de quimera y utopía, pero eso la hace más imperiosa. Es una revolución y, como todas, implica darle para adelante y correr. Y sacrificar. Y soñar. Y despertarse cada día con la convicción, la satisfacción de que vale la puta pena. <br />
<br />
Mi revolución no beneficiará a nadie más que a mí, es cierto. Es egoísta y hasta altanera. Pero es mía. Y tengo la leve sensación de que si no la motorizo cada día, jamás podré iniciar, ni siquiera pensar, en otras revoluciones. Es a partir de mí que se irán gestando. Y, no dudo, dejarán, aunque más no sea, alguna ínfima huella.<br />
<br />
<i><b>N de la R: El Che no murió a los 33, sino a los 39. Me lo hicieron notar y me pareció deshonesto cambiarlo dentro del texto, porque ya estaba publicado. Pero corresponde la aclaración, aunque el sentido no cambia... (no creo que de acá a los 39 haga la Revolución Cubana).</b></i>Natalia Arenashttp://www.blogger.com/profile/05495089063618821630noreply@blogger.com6tag:blogger.com,1999:blog-7154678617806267613.post-43183238663215866872013-06-18T12:06:00.000-03:002013-06-18T12:08:13.639-03:00Una ley para revistas independientes: el momento del lector<div style="text-align: justify;">
<i>(Publicada en Diario Popular, el 17/06/13)-.</i><b> La pluralidad de voces pretendida por el Gobierno y la oposición, desde distintos -y a veces opuestos- conceptos, acaso esté dejando afuera a un actor fundamental: los medios gráficos independientes. Un proyecto para apoyarlos y fomentarlos, impulsado por la Asociación de Revistas Culturales e Independientes de Argentina (AReCIA), se presentó en el Congreso Nacional y pretende asegurar su subsistencia. Conversamos con diferentes representantes de la movida autogestiva, donde se respira la verdadera multiplicidad.</b></div>
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<b><br /></b></div>
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<b></b></div>
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En tiempos en que la independencia de los medios de comunicación parece estar bastardeada y paradójicamente atada a intereses de polos opuestos, los medios autogestivos (o alternativos, como algunos suelen llamarlos) se abren cancha y apuestan a una mayor visibilidad a través de una ley que los apoye y los fomente.</div>
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Así nació, hace más de 4 años, lo que hoy es el proyecto de Ley de Fomento a la Producción Autogestiva de Comunicación Social por Medios Gráficos y de Internet, impulsado por las más de 250 publicaciones que integran AReCIA y presentado formalmente hace poco más de un mes por el diputado del Frente Para la Victoria, Jorge Rivas. </div>
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"El año pasado, en particular, fue un año muy duro para las revistas autogestivas, por lo que cobró más actualidad la necesidad de tener una ley que nos regule", cuenta Ingrid Beck, directora de Revista Barcelona, uno de los medios integrantes de AReCIA. "La situación de las revistas es pésima", resume.</div>
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Lo que intenta el proyecto de ley, entonces, es darle visibilidad a los problemas que enfrenta el sector, como la distribución, y la necesidad de comprar el papel en forma anual a precios más rentables, contar con algún tipo de crédito blando y estar exentos de algunos impuestos que permitan un mayor grado de penetración en los kioscos y puntos de venta.</div>
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"Todo se hace cuesta arriba", destacan Maxi Goldschmidt y Agustín Colombo, de Revista Cítrica (cooperativa fundada por ex trabajadores del desaparecido diario Crítica). "La impresión, la distribución, la cuestión impositiva que no ayuda y conseguir publicidad también es algo muy difícil", detallan. </div>
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Después de que fueran golpeadas varias puertas en el Congreso Nacional, Rivas tomó la posta y presentó el proyecto. "A mí me parece que el gobierno tiene una deuda importante con nosotros, porque pretende poner en vigencia una ley de servicios audiovisuales en pos del pluralismo y la equidad y deja librado al azar todo lo que tiene que ver con los diarios y las revistas", detalla Beck.</div>
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<b><u>La otra comunicación: elegir la autogestión</u></b></div>
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La proliferación de medios independientes y autogestivos parece ser la demostración de que ese es el camino: tanto para quienes lo hacen como para el público lector.</div>
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"Desde Barcelona la autogestión nació de manera natural, no fue una militancia, se transformó finalmente en eso, pero sí es la única manera que concebimos de hacer las cosas", aclara su directora. "Además de dar trabajo, la autogestión aporta un montón a la industria y a la producción local", agrega.</div>
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<br /></div>
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Ailín Bullentini es una de las fundadoras e integrantes de NaN, una revista que nació como agencia, en formato blog, y resultó ganadora de un concurso nacional que tenía como premio la impresión de la publicación. Hoy, el blog y la revista funcionan en paralelo y con la autogestión como bandera. "En nuestra época de estudiantes universitarios, el único mensaje que llegaba como visión de futuro como profesionales era el de pelear hasta el cansancio, atragantando explotación y laburos en negro, hasta 'llegar' a un medio masivo, hegemónico", recuerda Bullentini. "La autogestión se dio naturalmente como respuesta a la pregunta '¿cómo hacer nuestro propio medio de comunicación?", manifiesta.</div>
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<br /></div>
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Para Goldschmidt y Colombo, la autogestión "genera una nueva forma de hacer y de ver el periodismo". "A diferencia de los medios empresariales, el trabajador de prensa trasciende su función particular, porque participa en todas las decisiones", subrayan. </div>
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<i><br /></i></div>
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<div style="text-align: left;">
<i>(Nota completa en <a href="http://www.diariopopular.com.ar/notas/160156-una-ley-revistas-independientes-el-momento-del-lector">http://www.diariopopular.com.ar/notas/160156-una-ley-revistas-independientes-el-momento-del-lector</a>).</i></div>
</div>
<br />Natalia Arenashttp://www.blogger.com/profile/05495089063618821630noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7154678617806267613.post-45984475708540946582013-06-10T13:29:00.000-03:002013-06-10T13:29:01.512-03:00El Día de la Marmota (o viajar en el transporte público)<div style="text-align: justify;">
<b>“¿Te imaginás viajar así todos los días durante 20 años?”. Bastaba mirar varias de las caras que rodeaban a la rubia grandota para imaginárselo. Muchas de esas caras delataban, incluso, más de 20 años de viajes colgados en el tren y en el subte. </b></div>
<br />
<br />
<a name='more'></a><br />
<div style="text-align: justify;">
Yo estaba cómoda. Si es que se puede llamar comodidad viajar en la línea C a las 7.45 con cientos de personas que se aglutinan a tu alrededor y que cada tanto hacen presión sobre tu cuerpo. Estaba sentada, digámoslo así. Cómoda es otra cosa. Como cada mañana, había dejado pasar un subte, para poder sentarme en el próximo, después de sufrir la nefasta travesía de viajar en el tren Roca, que además había llegado con media hora de retraso. Innecesario detallar las condiciones en las que viajé en ese vagón maldito (porque, siempre, el vagón que a uno le toca en suerte es el peor). Cualquiera que me lea y alguna vez haya tomado un tren en hora pico se sabe de memoria el panorama.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Pero la rubia no estaba sentada. Estaba colgada, justo adelante mío y por momentos el movimiento la encimaba aún más hacia mí. Parecía desconocer la cotidianidad del argentino clase media/baja que utiliza el transporte público para trasladarse. No podía creer semejante hacinamiento. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Me quedé pensando en esa frase inicial y me preguntaba si la rubia grandota sabrá de Once. O si alguna vez imaginó que viajar en el Roca, en el Mitre, en el Sarmiento o en el subte es exactamente lo mismo. El subte es (mucho) más caro, es cierto. Pero el servicio es igual de pésimo. Y de peligroso. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Lo de los 20 años me hizo ruido supongo que por el hecho de que en estos días escuché y leí mucho hablar de años. Y de décadas. E, insisto, la alienación que nos rodeaba bien podía contestar esa pregunta retórica que se hizo la rubia. Y me surgió a mí otra: ¿alguien tendrá siquiera un recuerdo de haber viajado bien en el transporte público en hora pico? Me permito dudarlo. Y, a la vez, me parece inconcebible, vergonzoso, patético, irresponsable, miserable que el Estado no actúe. Que ponga espejitos de colores. Y, en algunos casos, ni eso. Y digo Estado, no digo Gobierno. No digo la Presidenta, no digo el Jefe de Gobierno, no digo el Gobernador. Digo Estado, que los responsabiliza a todos. No digo kirchnerismo, ni macrismo, ni peronismo, ni menemismo, ni Alianza, ni nada. Digo Estado. Sin partidismos. Estado. El responsable es el Estado. Y me surge la inquietud: ¿Cuántas décadas más tienen que pasar? </div>
Natalia Arenashttp://www.blogger.com/profile/05495089063618821630noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7154678617806267613.post-85197111640993404572013-05-15T12:34:00.000-03:002013-07-01T23:48:47.687-03:00Martes Rojos: militancia activa contra la trata<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: 15px; line-height: 18px;"><span style="font-family: Times, Times New Roman, serif;"><i><b>(Publicada en Diario Popular, el 30/04/13)</b></i>-. <b>La indignación por el reciente fallo en el caso Marita Verón, que absolvió a todos los acusados, fue el impulso necesario para materializar una lucha que, hasta ese momento, venían realizando desde otros espacios. Todas las semanas se juntan en el microcentro y, en distintos grupos, despegan los volantes de oferta sexual que encuentran en una parada de colectivo, una boca de subte o un palo de luz. Pretenden crear conciencia ciudadana y refuerzan aquello de que sin cliente, no hay trata.</b></span></span></div>
<a name='more'></a><div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Times, Times New Roman, serif;">Un simple empujón hacía falta para transformar en acción y militancia ese pensamiento de que algo no anda bien en la sociedad y de que uno, con el mínimo aporte, puede revertirlo. La imagen perenne de Susana Trimarco frente a ese tribunal que absolvió a todos los acusados por el secuestro y explotación sexual de su hija Marita Verón cumplió este rol en Martes Rojos, la agrupación que todas las semanas realiza despegatinas en distintos espacios públicos.</span></div>
<div style="background-color: white; font-size: 15px; line-height: 19px; padding: 8px 0px; text-align: justify;">
<span style="font-family: Times, Times New Roman, serif;">"(El fallo) fue una decepción total y sentimos que había que hacer algo para darle fuerzas a Susana Trimarco y hacerle sentir que no estaba sola", cuenta Guadalupe Urriticoechea, una de las activistas de las acciones de los martes. En simultáneo, querían apoyar un proyecto de ley de la diputada porteña Gabriela Seijo (Pro) que apunta a prohibir toda publicidad que en forma explícita o implícita comporte la oferta de servicios sexuales.</span></div>
<div style="background-color: white; font-size: 15px; line-height: 19px; padding: 8px 0px; text-align: justify;">
<span style="font-family: Times, Times New Roman, serif;">Redes sociales de por medio, organizaron la primera actividad, todavía sin un nombre que los identifique porque, hasta ese martes 18 de diciembre, sólo eran un grupo de personas que querían manifestarse, con acciones concretas, contra la trata y la explotación sexual. Así, casi sin dimensionar demasiado lo que estaban haciendo, la primera despegatina estaba en marcha. Y nunca más se detuvo.</span></div>
<div style="background-color: white; font-size: 15px; line-height: 19px; padding: 8px 0px; text-align: justify;">
<b><u><span style="font-family: Times, Times New Roman, serif;">A despegar se ha dicho</span></u></b></div>
<div style="background-color: white; font-size: 15px; line-height: 19px; padding: 8px 0px; text-align: justify;">
<span style="font-family: Times, Times New Roman, serif;">Como su nombre lo indica, la despegatina es lo contrario a la pegatina: la acción concreta de Martes Rojos consiste en despegar volantes de oferta sexual. Miles de papelitos que pululan por el microcentro, en postes de luz, bocas de subte, paradas de colectivos, paredes, bancos de plaza y que difunden locales donde la prostitución es el negocio.</span></div>
<div style="background-color: white; font-size: 15px; line-height: 19px; padding: 8px 0px; text-align: justify;">
<span style="font-family: Times, Times New Roman, serif;">"Habíamos elegido bolsas rojas, no sólo para llamar la atención, sino para, de alguna manera, representar los residuos humanos", detalla Guadalupe. "La mayoría no nos conocíamos entre sí y pensamos que esto no podía morir en esa primera actividad, sino que para generar conciencia teníamos que darle una continuidad", agrega.</span></div>
<div style="background-color: white; font-size: 15px; line-height: 19px; padding: 8px 0px; text-align: justify;">
<span style="font-family: Times, Times New Roman, serif;">Necesitaban un nombre y el propio día de la semana se los dio. "Martes", dijeron, para que quede claro cuándo iban a juntarse de allí en más. "Rojos", completaron, mirando de reojo las bolsas con los volantes que habían despegado ese día. "Martes Rojos" ya era un hecho.</span></div>
<div style="background-color: white; font-size: 15px; line-height: 19px; padding: 8px 0px; text-align: justify;">
<span style="font-family: Times, Times New Roman, serif;">Abrir una cuenta de Facebook y otra de Twitter fue el paso siguiente, para centralizar en las redes sociales la difusión y comunicación de cada encuentro. Por el momento, la convocatoria es fácil de recordar: todos los martes, a las 13, en Corrientes y Carlos Pellegrini. </span></div>
<div style="background-color: white; font-size: 15px; line-height: 19px; padding: 8px 0px; text-align: justify;">
<span style="font-family: Times, Times New Roman, serif;">La heterogeneidad del grupo (mujeres, hombres, jóvenes y no tanto, nenes y nenas) le da a Martes Rojos un condimento distinto cada semana. Y cientos de anécdotas para contar. La mayoría son buenas: gente que se suma, que los ven por la ventana de la oficina y bajan a caminar unas cuadras con ellos, curiosos que preguntan, otros que se acercan a contar que también despegan por su barrio.</span></div>
<div style="background-color: white; font-size: 15px; line-height: 19px; padding: 8px 0px; text-align: justify;">
<span style="font-family: Times, Times New Roman, serif;">Pero también hay de las malas: encontrarse cara a cara con <i>los otros</i>, los que pegan esos volantes, los que les sacan fotos para "marcarlos". "Al principio, nos provocaban, nos decían cosas como 'me vas a decir que tu marido nunca fue a un puterío', nos puteaban. Hoy vamos caminando y sólo dicen: 'ahí vienen los de Martes Rojos'... y se van", detalla Guadalupe.</span></div>
<div style="background-color: white; font-size: 15px; line-height: 19px; padding: 8px 0px; text-align: justify;">
<b><u><span style="font-family: Times, Times New Roman, serif;">El cambio profundo</span></u></b></div>
<div 2="" style="background-color: white; font-size: 15px; line-height: 19px; padding: 8px 0px; text-align: justify;">
<span style="font-family: Times, Times New Roman, serif;">"Estamos a favor del lema de que sin clientes no hay trata. Es una medida desde lo formal que puede generar un cambio", asegura Guadalupe, pero enseguida aclara: "En lo que sí estamos de acuerdo, sobre todo, es que el tema de la trata depende de una voluntad política".</span></div>
<div 2="" style="background-color: white; font-size: 15px; line-height: 19px; padding: 8px 0px; text-align: justify;">
<span style="font-family: Times, Times New Roman, serif;">Desde Martes Rojos tienen en claro que "si los dirigentes quisieran que no existiera más la trata, podría dejar de existir, pero el problema es que mueve millones al año". "Vos pensá que no sólo tenés putas ahí: tenés narcotráfico y prostitución en un mismo lugar", advierte.</span></div>
<div style="background-color: white; font-size: 15px; line-height: 19px; padding: 8px 0px; text-align: justify;">
<span style="font-family: Times, Times New Roman, serif;">"Cuando vos tenés complicidades de quienes tendrían que impartir justicia, como jueces, policías, funcionarios que están viendo el delito que les pasa por sus narices y no hacen nada, ahí está el problema", agrega Carolina Barone, otra de las que milita en la causa y, además, preside la ONG "Mujeres como vos", dedicada a las problemáticas de trata y violencia de género.</span></div>
<div style="background-color: white; font-size: 15px; line-height: 19px; padding: 8px 0px; text-align: justify;">
<span style="font-family: Times, Times New Roman, serif;">"En el caso concreto de los volantes que vemos en la calle, hay una red en la que nadie piensa: está el que imprime, el que pega, el que manda a pegar, el proxeneta... todos ellos se llevan un sueldo que sale de un sólo lugar, que es el cuerpo de una mujer", destaca Carolina.</span></div>
<div style="background-color: white; font-size: 15px; line-height: 19px; padding: 8px 0px; text-align: justify;">
<span style="font-family: Times, Times New Roman, serif;">"Lo que nosotros intentamos con la despegatina, entonces, es informar a la gente de este delito que a veces forma parte del paisaje urbano y uno lo naturaliza... pero no debería ser así", afirma y concluye en lo que, acaso, sea un deseo: "si cada persona que baja a comprar la comida, que se mete en la boca de un subte, que está en una parada de colectivo, arranca en esos segundos los volantes con los que se cruza, multiplicalos por los cientos de miles de personas que están en microcentro que hagan eso... y no habrá más papelitos".</span></div>
<div style="background-color: white; font-size: 15px; line-height: 19px; padding: 8px 0px; text-align: justify;">
<b><u><span style="font-family: Times, Times New Roman, serif;">Próximamente</span></u></b></div>
<div 2="" style="background-color: white; font-size: 15px; line-height: 19px; padding: 8px 0px; text-align: justify;">
<span style="font-family: Times, Times New Roman, serif;">La repercusión que Martes Rojos tuvo en las redes sociales, hizo que vecinos de otros barrios quieran sumarse a la iniciativa. Así, pronto se vienen Recoleta Rojo, Belgrano Rojo y Once Rojo, que no necesariamente se harán un martes, pero la esencia será la misma.</span></div>
Natalia Arenashttp://www.blogger.com/profile/05495089063618821630noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7154678617806267613.post-66588601217981898852013-03-08T13:31:00.003-03:002013-03-08T13:31:31.437-03:00La mujer en su laberinto<div style="text-align: justify;">
<i>(Publicada en Bien Urbano, el 8/3/13)</i>-. <b>Más allá de los descuentos en los shoppings y la marketineada de la que
se aprovechan los distintos rubros, el Día Internacional de la Mujer
conmemora una jornada de lucha, en la que 129 trabajadoras murieron
defendiendo sus derechos laborales. Con los años, la contienda fue
mutando, acorde a los derechos obtenidos, pero también a los pendientes
que, muchas veces, son producto de la cosificación del género,
trístemente ejercida por hombres… y por las propias mujeres.</b></div>
<br />
<a name='more'></a><br />
<div style="text-align: justify;">
Así como en el siglo pasado la lucha por
los derechos de las mujeres la protagonizaron unas 40 mil costureras
que pretendían unirse a los sindicatos, para mejorar sus pobrísimas
condiciones laborales, el advenimiento de un nuevo siglo trajo la
perpetuidad de esos reclamos, pero también el florecimiento de otros,
algunos ganados y otros aún pendientes, pero no por eso abandonados.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Si bien en la clandestinidad del aún
persistente trabajo en negro todavía flamea esa lucha, el nuevo siglo
trajo consigo un nuevo emblema de esta contienda por los derechos de las
mujeres: Susana Trimarco. La trata de personas, la prostitución y la
violencia de género existen desde que el mundo es mundo, pero su cruda
visibilidad se hizo manifiesta hace no tanto.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
La mamá de Marita Verón, la joven
secuestrada por una red de trata y desaparecida desde 2002, no sólo se
cargó al hombro la investigación por el caso de su propia hija, sino que
gracias a ella fueron liberadas unas 20 mujeres secuestradas en
prostíbulos.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Susana Trimarco no va a claudicar y,
probablemente, descansará el día en que la justicia actúe como
corresponde sobre cada uno de los sospechosos.</div>
<br />
<h6 style="text-align: justify;">
La Biblia junto al calefón</h6>
<div style="text-align: justify;">
El caso Marita Verón es, en sí mismo,
una representación clara de lo que esta frase inmortalizada por
Discépolo significa. Por una parte, la lucha de una mujer contra la
desvalorización total del género, contra la trata de personas, contra la
violencia de género. Por otra, toda una red trabajando para encubrir,
para someter a más mujeres, para prostituirlas, para violarlas, para
vejarlas, para cosificarlas.</div>
<div style="text-align: justify;">
Pero la cosificación no sólo viene de
parte de “los otros”. Ni siquiera específicamente del lado de los
hombres. Paradójicamente, son muchas las mujeres que se exponen a la
vidriera de la prostitución televisada, y exhiben sus atributos físicos
hasta ese límite que ya no les queda nada más por mostrar. Ni por ver.</div>
<div style="text-align: justify;">
Como si lo único valorable que tuviese
una mujer fuera su cuerpo, sus pechos, su cola, sus piernas, la
degradación es tal que se someten a prácticas cuasi prostituyentes, con
el único objetivo de alcanzar el peligroso sueño de la fama, tan
grotesco como efímero.</div>
<div style="text-align: justify;">
En la tentación no sólo cayeron quienes
siempre demostraron seguir un camino similar, sino también completas
desconocidas y hasta mujeres que supieron levantar las banderas contra
la violencia de género, en una inexplicable contradicción de discurso.</div>
<h6 style="text-align: justify;">
Conquistas y pasos en falso</h6>
<div style="text-align: justify;">
Las mujeres lograron conquistas
importantísimas: desde el ingreso a la universidad y el voto, hasta la
obtención de cargos en puestos políticos y gerenciales, pasando por
detalles como determinadas leyes de Educación Sexual y Reproductiva.</div>
<br />
<div style="text-align: justify;">
También, en nuestro país, se dictaron
leyes que, si bien apuntan a la igualdad de géneros, terminan asentando
la desigualdad: un ejemplo de ello es la famosa Ley de Cupos, que no
sólo establece que las listas que se presenten deberán tener mujeres en
un mínimo de treinta por ciento de los candidatos a los cargos a elegir,
sino que obliga a los partidos políticos a poner en los tres primeros
lugares de esas listas a al menos una mujer. En la mayoría de los casos,
se puede ver que el puesto tres es siempre para una mujer. ¿Por qué no
el dos o el uno? ¿Por qué es necesario exigir un cupo cuando se supone
que las mujeres están igual de capacitadas que los hombres para ocupar
cargos?</div>
<div style="text-align: justify;">
El avance de la mujer en el terreno
educativo y laboral cambió su rol en el escenario social e incluso
fortaleció las prioridades profesionales de las féminas, por sobre los
cuidados de la casa y la familia. Así lo demuestra una investigación del
Instituto de Ciencias Sociales de la Universidad Argentina de la
Empresa (UADE) que, entre otros datos, destaca que la mitad de las
profesionales no piensa tener hijos en un futuro próximo y una amplia
mayoría considera que una pareja no debe tener descendientes para ser
considerada como tal. Lo que obliga, además, a un cambio de rol en el
hombre. Pero eso es tema para otro informe.</div>
<h6 style="text-align: justify;">
La mayor deuda pendiente: la libertad para elegir</h6>
<div style="text-align: justify;">
Entre la cantidad de derechos que las
mujeres conquistaron hay uno en particular que sigue siendo resistido
por los sectores más reaccionarios de la sociedad: la despenalización y
legalización del aborto.</div>
<div style="text-align: justify;">
No sorprende que sectores afines a la
Iglesia Católica o grupos de extrema derecha desestimen e incluso peleen
contra la instalación del tema en el Congreso Nacional. Lo que sí
sorprende es que los sectores considerados progresistas no se den aún la
posibilidad de poner en serio debate una problemática que es una de las
principales causas de muerte de mujeres en la Argentina y en el mundo.
Muertes que, en general, se registran en las clases más bajas de la
sociedad. Muertes que pueden ser evitadas.</div>
<div style="text-align: justify;">
La libertad de elegir y de decidir sobre
el propio cuerpo es una deuda pendiente, postergada, que todavía no
llega a tener la fuerza y el apoyo necesario para derrotar prejuicios
anacrónicos que huelen a rancio pero que, viejos y todo, siguen marcando
caminos que van en contra de las mujeres.</div>
Natalia Arenashttp://www.blogger.com/profile/05495089063618821630noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7154678617806267613.post-90062787820921327382012-11-12T22:38:00.006-03:002012-11-12T23:11:43.971-03:00Fans eran los de antes<div style="text-align: justify;">
Baja del auto que lo llevó hasta el canal y una horda de gente, en su mayoría mujeres, lo espera con carteles que dicen "te amo" en témpera rosa y demás demostraciones (y declaraciones) de amor. Él sólo puede darles la mano, de pasada, porque los separan unas vallas incómodamente altas. <br />
Camarín de por medio, espera ansioso en ese pasillo oscuro y rodeado de cables, escaleras y productores. Escucha su nombre y cientos de gargantas que vociferan al unísono. Mira, canchero, a la cámara del backstage y, sale, cual Freddy Mercury en el Knebworth Park.</div>
<br />
<a name='more'></a> Pero no es Freddy (por razones más que obvias). Ni tampoco es Chayanne. Ni siquiera es Axel. Mucho menos, un wachiturro. El objeto del deseo de cientas de señoritas quinceañeras (¡y veinteañeras también!) es un participante de un reality que busca la voz indicada para vaya a saber uno qué. Lo cierto es que en ese certamen, él, ese flacucho de ojos claros que ahora está cantando sin ningún reparo ni afinación una canción de Elvis Presley (si, de El Rey), es uno de los posibles triunfadores. Y, aparentemente, todas mueren por él. Gritan, se agarran de los pelos y alguna hasta llora. <br />
No importa cómo se llama. Ni siquiera importa si canta bien, si afina o si le pega a una o dos notas, al menos. No. Lo que importa es que está en la tele. Y por eso tiene fans desde casi el minuto uno que pisó el estudio. <br />
La otra participante es una chica grandota, con un vozarrón importante. Ella se ganaba la vida abriendo unos shows en un karaoke de su barrio y, desde que sale por la caja boba, tiene que cantar varios temas más de lo que cantaba, porque "la gente se lo pide". Los beneficios que te da la tele, bah. <br />
<br />
<u><b>Misteriosa metamorfosis </b></u><br />
<br />
Tengo un difuso registro de cuándo el concepto de fan comenzó a derrapar de manera estrepitosa, sin paradas en el medio, hasta llegar a lo deplorable y efímero que resulta ser hoy. A principios de los '60, unos pibes ingleses de pelo "largo" movían sus cabezas al ritmo de dos guitarras, un bajo y una batería, mientras miles de jovencitas morían de amor por ellos. Pronto (prontísimo) la histeria dejó de ser sólo eso y conquistaron Inglaterra, con hombres incluídos. Después, conquistaron el mundo. Eso pasó hace unos 50 años, si. Y todavía hay millones de fans beatleros dando vueltas por el mundo. <br />
Por obvia cuestión de gustos (y hasta ideología, diría), el ejemplo de la Beatlemanía y todo lo que siguió después es tan sólo un botoncito de las muestras que podría dar sobre las bandas y artistas que reprodujeron club de fans por el planeta. Gente que no sólo va a recitales, sino que compra discos compulsivamente, merchandising y hasta se banca ver películas con su ídolo como protagonista, aún cuando el tipo en cuestión demuestra una y otra vez que, como actor, es un muy buen cantante. <br />
Si bien el fenómeno siempre fue mundial (en todos los países existen los denominados fans), los argentinos siempre fuimos un poco más efusivos. O exagerados. O histéricos, bah. Es una condición, de hecho, que nos identifica ante el mundo y los artistas internacionales siempre mencionan "el calor del público" argento. Los gritos, los desmayos, las entradas agotadas en una hora nos delatan. <br />
Para desilusión de los lectores, acá viene la nube. La parte en blanco. El "medio" entre los fans de antes y los de ahora. Sé cómo era, puedo describir, en las próximas líneas, en qué devino, pero me es imposible dilucidar esa metamorfosis del concepto de fan. <br />
¿Fue la tele y su explosión de tetas, culos y peleas mediáticas? ¿Fue Tinelli y el descubrimiento del minuto a minuto? ¿Fue Peluffo? ¿Fuimos todos? Cómo saberlo.<br />
Un día fue Gran Hermano. O el final de Gran Hermano. Cuando salió el primer ganador, en la puerta lo esperaban miles de personas enloquecidas. Que lo habían "seguido" en esos 4 meses y medio por la tele, como en The Truman Show, pero de verdad. El tipo no tenía ningún talento aparente. Su única gracia fue bancarse durante ese eterno lapso a 19 tipos (y tipas) que vivían con él, comían, cagaban, se bañaban (bueno, algunos)... todo, pero todo, bajo la mirada atenta de cámaras.<br />
Creo que después vino El Bar. Ni hace falta decir que de allí salió la talentosa (?) conductora de un programa mañanero. Después, otro Gran Hermano. Y otro más, y varios más. Algunos de los que salieron de ahí, hoy siguen dando vueltas por los medios. O por los escenarios de revista. Otros, pasaron al olvido. <br />
Simultáneamente a GH (porque ahora Gran Hermano es "GH", como Tinelli es "Marce" e Ideas del Sur es "Ideas"), arrancaron otros realities, que no apuntaban a veinte personas encerradas mirándose las caras, sino a demostrar cuán buenos eran los participantes en el canto. Pocos lo demostraron. Alguno que otro ganó y sacó un disco. Después, lo perdimos de vista. <br />
La fama vacía y efímera del ídolo juvenil hoy se desvanece un poco después de que sus fans encuentren otro objeto de deseo. Que un ganador de GH tenga fans, seguidores y gente que gasta plata en hacer un llamado para votarlo en un concurso en el que el talento es pisoteado por un par de tetas de siliconas, es tan inentendible como que a Verónica Perdomo le pongan una buena nota en el Bailando, sólo porque se recuperó de un ACV.<br />
Pero, así estamos. Estos son los fans que tenemos. No sé si los que merecemos, pero es lo que hay. Incluso, tenemos un fan cuyo talento es ser fan de Wanda Nara.<br />
<br />
Como nadie fue preso ni acusado de plagio por robarse a si mismo, me permito concluir la reflexión con una anécdota que alguna vez conté en otra historia. Hace unos años, fui a cubrir la presentación del libro de un colega, en un colegio primario lomense. Después de la charla que dio el autor, se sortearon algunos libros y los flamantes ganadores se acercaron a él, para que les firme el ejemplar. Otros, se amontonaron con un papelito o con sus propios cuadernos, para que les estampe la firma allí. Uno de ellos se me acercó, con un Gloria anaranjado y con la inocencia más cruda, me dijo: "¿Me firmás un autógrafo, aunque no seas nadie?". <br />
Es la muestra más inobjetable de que cualquiera puede tener su fan. Por cinco minutos, yo tuve el mío. Natalia Arenashttp://www.blogger.com/profile/05495089063618821630noreply@blogger.com10tag:blogger.com,1999:blog-7154678617806267613.post-90412156513475116282012-10-22T17:22:00.001-03:002012-10-22T17:22:12.027-03:00Elsa Drucaroff: “Los jóvenes se decidieron a protagonizar sus propias creaciones”.<br />
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<span style="color: #552c1a; font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><span style="font-size: 12px; line-height: 16px;"><i><b>(Publicada en Agencia NaN, el 19/10/2012)-</b>. </i>La exploración de textos de autores jóvenes e ignotos es el resultado de “Panorama Interzona. Narrativas emergentes de la Argentina”, el último libro de la escritora y docente, una antología de diversos géneros literarios que intenta visibilizar lo que escriben --y cómo lo escriben– los nuevos literatos, salidos a la calle después de la crisis de 2001.</span></span></div>
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<span style="color: #552c1a; font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><span style="font-size: 12px; line-height: 16px;"><br /></span></span></div>
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<span style="color: #552c1a; font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: 12px; line-height: 16px;">Como una continuación obligada de su anterior libro --Los prisioneros de la torre, Emecé, 2011--, Elsa Drucaroff insiste en la necesidad de un “sistema literario sano”, donde converjan escritores clásicos y principiantes, viejos y jóvenes, consagrados y novatos, y sigue, entonces, buceando en esa marea de lo que emerge. Sin embargo, esta vez, y a diferencia de aquella obra, un descomunal ensayo sobre narrativa post dictadura parido tras analizar unos 500 textos, a Elsa la convocaron desde la editorial Interzona para que elaborara un panorama de la nueva literatura. No por casualidad, claro, la elegida fue ella, una referente de la búsqueda de plumas emergentes.</span></div>
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<span style="color: #552c1a; font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><span style="font-size: 12px; line-height: 16px;"><a name='more'></a></span></span></div>
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<span style="color: #552c1a; font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><span style="font-size: 12px; line-height: 16px;">“Los proyectos siempre tienen significaciones particulares para cada uno y yo no podía no encararlo como la continuación de mi último libro, en tanto Los prisioneros… deja de mirar exhaustivamente la narrativa nueva argentina de la generación de post dictadura en 2007”, le detalla a Agencian NAN, convencida de que después de ese año pasaron otras (muchas) cosas.</span></span></div>
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<span style="color: #552c1a; font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><span style="font-size: 12px; line-height: 16px;"><br /></span></span></div>
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<span style="color: #552c1a; font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><span style="font-size: 12px; line-height: 16px;"><br /></span></span></div>
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<span style="color: #552c1a; font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><span style="font-size: 12px; line-height: 16px;">El desafío, entonces, fue encontrar escritores de las tres generaciones de post dictadura y revelar sus obras no publicadas. ¿Qué escriben los jóvenes que nacieron y crecieron junto con la democracia más duradera de la historia del país? ¿Y que hay de aquellos escritos que emergieron después del 19 y 20 de diciembre de 2001? ¿Sobre qué se escribe? ¿Cómo se cuenta? Esas preguntas son, acaso, posibles disparadores de la antología de cuentos cortos, poesía, crítica (en blog) y obras de teatro inéditas de 27 autores que logró compilar Drucaroff. Las obras están ordenadas mediante un índice cuidadosamente razonado, separadas por temáticas. “Violencia y medios masivos”, “Hijos, padres: identidades rotas” y “Sexo, géneros y poder” son algunos de los subtítulos, primeriados por sugestivas frases y títulos de canciones del rock nacional, como “Dale sol de enero, dale un vientre blanco” o “Cuando la mentira es la verdad”. </span></span></div>
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<span style="color: #552c1a; font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><span style="font-size: 12px; line-height: 16px;"><br /></span></span></div>
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<span style="color: #552c1a; font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><span style="font-size: 12px; line-height: 16px;"><br /></span></span></div>
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<span style="color: #552c1a; font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><span style="font-size: 12px; line-height: 16px;">Pero, primero a lo primero</span></span></div>
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<span style="color: #552c1a; font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><span style="font-size: 12px; line-height: 16px;"><b>--¿Cómo y desde dónde le surgió la inquietud de visibilizar esta nueva narrativa?</b></span></span></div>
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<span style="color: #552c1a; font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><span style="font-size: 12px; line-height: 16px;">--Me fue surgiendo desde los años 90, frente al desierto y a la soledad que sentía viendo que el país estaba cada vez más hundido y que la idea de futuro se había terminado. Siempre estuve en contacto con jóvenes porque soy docente de nivel superior, y veía dos cosas: primero, la tremenda depresión y soledad y la sensación de aislamiento de todos aquellos a los que les tocaba ser veinteañeros después de la última dictadura militar, sobre todo a fines de los ‘80 y principios de los ‘90. Y, en segundo lugar, veía que había mucha gente llena de inquietudes, llena de sensibilidad, algo que se da en todas las generaciones, no es que en los ‘70 había más gente interesada que en los ’90, completamente sola, sin nucleares entre ellos. No lograban tomar conciencia de ser una generación. Había jóvenes que te decían: “Mi generación es una mierda, no hizo nada” cuando yo veía que sí había cosas que habían hecho en campos literarios y estéticos. Y ahí llegué a entender que la sociedad era la culpable de esto: la sociedad había eliminado el concepto primaveral de la juventud, había transformado eso en invisibilidad y desprecio. La juventud había pasado a ser un hecho biológico, no un hecho social de apertura de futuro. Mi interés por mirar esa producción y por darle forma y por estudiarla, tuvo que ver con el interés político de ayudar a que los jóvenes volvieran a tener un protagonismo histórico.</span></span></div>
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<span style="color: #552c1a; font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><span style="font-size: 12px; line-height: 16px;"><br /></span></span></div>
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<span style="color: #552c1a; font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><span style="font-size: 12px; line-height: 16px;"><b>--¿Fue entonces que decidió volcarse a la realización de Los prisioneros…?</b></span></span></div>
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<span style="color: #552c1a; font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><span style="font-size: 12px; line-height: 16px;">--Si lo cuento así, pareciera que “Los prisioneros…” fue un hecho aislado. Pero, no: los jóvenes también me pidieron eso y me llevaron a eso, porque ellos también empezaron, muy despacio, a cambiar de actitud. O sea, el momento clave en que yo empiezo a dedicarme a esto es 2003, algo que no es casualidad: ya había pasado el 2001, ya muchos de los jóvenes que antes eran jóvenes tristes y solos empezaron a decirme “tenés que leer este libro”… Entonces, hubo algo también en la actitud de ellos, no fue algo unilateral. No es que yo desde mi edad dije: “les voy a explicar”. No. Ellos también me explicaron a mí.</span></span></div>
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<span style="color: #552c1a; font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><span style="font-size: 12px; line-height: 16px;"><br /></span></span></div>
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<span style="color: #552c1a; font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><span style="font-size: 12px; line-height: 16px;"><b>--Que la crisis de 2001 dejó marcas en la sociedad es sabido. ¿Cuáles son las marcas que dejó en la narrativa post 2001?</b></span></span></div>
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<span style="color: #552c1a; font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><span style="font-size: 12px; line-height: 16px;">--Hay algunas marcas, pero antes quiero abrir el paraguas: es verdad que en la literatura aparecen las marcas de situaciones sociales, pero esto no es automático ni inevitable. Yo puedo decirte algunas cosas que tengo la sensación de que cambiaron a partir de 2001, pero son tendencias, eso no quiere decir que todo el mundo automáticamente se apretó un botón, pasó el 19 y 20 de diciembre, y empezó a escribir igual. Son tendencias que se pueden ver que no son matemáticas y que muchas veces son contradictorias. Hay algo que se vio después del 19 y 20, por ejemplo: las tramas detenidas, aquellas en donde las historia no transcurría, donde se había roto la sintaxis típica del relato, donde sólo era “está pasando esto”, que en los ‘90 eran muy frecuentes, tendieron a hacerse más minoritarias y aparecieron obras de tramas fuerte con mucha peripecia. Yo lo relaciono con la sensación de que la historia se puso en marcha. Lo que uno ve, por ejemplo, en la literatura de Martín Rejtman, en los ’90, o de muchas cosas de Eduardo Muslip, con un trabajo estético muy rico, dos autores que a mi me gustan mucho, es una sensación muy fuerte de ausencia de acontecimientos. En cambio, post 19 y 20 de diciembre de 2001 se ve una cosa muy fuerte de aparición de la literatura de trama. Lo ves en los policiales de Claudia Piñeiro, lo ves en Germán Maggiori, lo ves en nombres que surgen después como Leonardo Oyola, Mariana Enríquez, que son literaturas donde el argumento, lo que pasa, es muy importante, y se renuncia un poco a esa construcción arbitraria del “porque sí”. Después, veo la tematización muy fuerte de la pobreza, de una manera muy diferente de la de antes. La representación de la pobreza desde el lumpenaje y la exclusión, pero desde un lugar no moralizante, donde eso no es malo ni bueno, “es”.</span></span></div>
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<span style="color: #552c1a; font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><span style="font-size: 12px; line-height: 16px;"><b><br /></b></span></span></div>
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<span style="color: #552c1a; font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><span style="font-size: 12px; line-height: 16px;"><b>--¿Por qué eligió títulos o frases del rock nacional para los ejes temáticos del libro?</b></span></span></div>
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<span style="color: #552c1a; font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><span style="font-size: 12px; line-height: 16px;">--Porque el rock nacional ha formado a estas generaciones. Y yo quería, de alguna manera, jugar con esta idea de que en una cultura tan masiva y tan pregnante como el rock nacional tenían que estar flotando núcleos de significación traumática para esta generación.</span></span></div>
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<span style="color: #552c1a; font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><span style="font-size: 12px; line-height: 16px;"><br /></span></span></div>
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<span style="color: #552c1a; font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><span style="font-size: 12px; line-height: 16px;"><b>--¿Cómo ve la actualidad editorial en nuestro país, con respecto a las oportunidades para esta literatura emergente?</b></span></span></div>
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<span style="color: #552c1a; font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><span style="font-size: 12px; line-height: 16px;">--Lo veo muchísimo mejor que el panorama espantoso y desierto que conocí en los ‘80 y en los ‘90. Me parece que hay muchísimas cosas perfectibles, hay libros que están carísimos. Eso tiene que ver también con el precio monopólico del papel, tiene que ver con la inflación. Pero, más allá de eso, las nuevas tecnologías han dado posibilidades notables, el cambio de actitud de los jóvenes, el hecho de que los jóvenes se decidieron a protagonizar sus propias creaciones y la autogestión, han dado resultados notables. Entonces, tenemos en este momento un enorme campo de editoriales, nuevas, autogestivas que han permitido democratizar muchísimo el acceso a la publicación.</span></span></div>
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<span style="color: #552c1a; font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><span style="font-size: 12px; line-height: 16px;"><br /></span></span></div>
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<span style="color: #552c1a; font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><span style="font-size: 12px; line-height: 16px;"><b>--¿Cree que el camino es ése, el de la autogestión?</b></span></span></div>
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<span style="color: #552c1a; font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><span style="font-size: 12px; line-height: 16px;">--Si y no. Yo no moralizaría el asunto diciendo que lo autogestivo es lo bueno y lo no autogestivo es lo malo. A mi me parece que un sistema literario sano es un sistema donde hay muchos diálogos, muchas oportunidades y muchos escenarios paralelos que, de alguna manera, dialogan entre sí. Lo autogestivo es un hermoso camino, porque abre muchísimos mercaditos nuevos, construye lectores, produce una lógica de colaboración entre escritores y lectores que ayuda muchísimo a la creación, contribuye a la construcción de un enorme piso de cosas que se publican. Entonces, en ese sentido lo autogestivo es fundamental. Al mismo tiempo, también sirve como alimento muy positivo a los grandes grupos editoriales. De hecho, tenemos escritores como Félix Bruzzone, como Alejandra Zina o (Washington) Cucurto, que han surgido del under y han sido cooptados por las editoriales grandes y no necesariamente por eso, y esto es lo más importante, se han olvidado no sólo de sus orígenes autogestivos, sino de sus emprendimientos autogestivos.</span></span></div>
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<span style="color: #552c1a; font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><span style="font-size: 12px; line-height: 16px;"><b><br /></b></span></span></div>
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<span style="color: #552c1a; font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><span style="font-size: 12px; line-height: 16px;"><b>--En la sociedad, en general: ¿nota que todavía hay prejuicios con respecto a lo nuevo, por un lado, y a lo joven, por otro?</b></span></span></div>
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<span style="color: #552c1a; font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><span style="font-size: 12px; line-height: 16px;">--Si, todavía quedan muchos prejuicios. Todavía el mercado interesado en literatura es pequeño. Es mucho más grande que el que había hace 5 años, pero todavía es pequeño. Noto que está creciendo el interés, que están cayendo algunos prejuicios, apenas, recién. Noto que hay un movimiento centrífugo desde un núcleo dinámico de lectores que no tienen esos prejuicios, que va abriéndose, cooptando más lectores, pero es un movimiento lento.</span></span></div>
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<span style="color: #552c1a; font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><span style="font-size: 12px; line-height: 16px;"><br /></span></span></div>
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<span style="color: #552c1a; font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><span style="font-size: 12px; line-height: 16px;"><b>--Más allá de que siga leyendo, analizando y trabajando con lo emergente: ¿tiene pensado publicar algo más al respecto?</b></span></span></div>
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<span style="color: #552c1a; font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><span style="font-size: 12px; line-height: 16px;">--(Duda)… esa es una pregunta que me resulta conflictiva, porque, por un lado, me abrumo un poco y la prisionera termino siendo yo. “Los prisioneros…” despertó una enorme cantidad de polémicas y de discusiones, pero también algo muy lindo que me emociona mucho, una especie de demanda de los nuevos escritores de “seguí pensando esto” y “seguí leyendo esto”, porque ellos siguen produciendo, y también, mucho diálogo crítico. Yo siento como una especie de pedido de la gente joven que está escribiendo hoy, de que siga dialogando en mi producción. Me siguen mandando sus cosas, me preguntan si las leí, me mandan sus reflexiones… entonces, eso me hace sentir con una cierta presión, para seguir trabajando en estos temas. La realidad es que como sigo yo también leyendo, no puedo evitar seguir pensando estos temas. Entonces, no será posiblemente un ensayo, pero sí artículos sueltos. </span></span></div>
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Natalia Arenashttp://www.blogger.com/profile/05495089063618821630noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7154678617806267613.post-55651684463658043712012-03-25T21:19:00.000-03:002012-03-25T21:19:28.371-03:00Avatares de la memoria<div style="text-align: justify;"><i><b>(Publicado el 24/3/2012 en Urbano)-.</b></i> El primer acercamiento real, palpable que tuve con el 24 de Marzo fue en 2002, bastante antes de que esta fecha fuera declarada Día de la Memoria (me gusta más que “feriado nacional”).</div><div style="text-align: justify;"> Pucha, ya pasaron 10 años, entonces, desde que un trabajo práctico de la materia Periodismo Gráfico II de la UNLZ, me pedía que entreviste a alguien conocido por algo que haya hecho, pero no necesariamente famoso. De más está explicar la diferencia entre ambos. </div><div style="text-align: justify;"></div><a name='more'></a><br />
<div style="text-align: justify;"> En estos días, intenté recordar, en vano, por qué decidí tomarme el Roca y encarar para la calle Piedras al 100. Lo cierto es que aquella vez me paré frente al edificio altísimo y antiguo, me abrieron la puerta y me indicaron que las Madres estaban en el 1° “A”.</div><div style="text-align: justify;"> Me recibió “Taty” Almeida. Se hizo esperar, mientras terminaba de ultimar unos detalles por teléfono y protestaba, porque el que la escuchaba del otro lado era un contestador automático. La Taty de hace 10 años se paró, volvió a sentarse, sonrió y me invitó a pasar a otro cuarto “para estar más tranquilas”. Me gritó desde allí para que vaya y, cuando entré, la encontré sentada, con las manos apoyadas en la mesa. Mis en ese entonces todavía inexpertas manos de estudiante de periodismo sacaron el grabador, el anotador y la birome. La escuché empezar a hablar y la ví buscar algo en su bolso. La miré, sin que ella lo notara, y tenía los ojos enormes y profundamente tristes, el pelo corto. La Taty de esos años era una mujer coqueta y muy bonita. Igual que la de ahora. Ambas conservan, también (o al menos es lo que puedo ver en fotos, imágenes de tv actuales) el sufrimiento que se le nota en cada gesto, en cada palabra y, sobre todo, en la mirada, esa mirada que se le transforma cuando habla de su hijo y se le llena de amor, de dolor, de bronca.</div><div style="text-align: justify;"> Prendí el grabador y, mientras le hacía la primera pregunta, Taty apoyó en la mesa, cerca mío, para que lo vea bien, un prendedor con la imagen de un chico de no más de 20 años. Debajo de la foto, la frase devalaba el por qué yo estaba ahí y ella frente a mí ese día: “Alejandro Martín Almeida, 17 / 6-1975.”</div><div style="text-align: justify;">Alejandro tenía 20 años cuando lo desaparecieron, en 1975, durante el gobierno constitucional de Isabel Perón. Y fue su historia, contada por su madre, ese primer acercamiento con los 30 mil, el terror, las torturas y tantos otros horrores.</div><div style="text-align: justify;"> La entrevista que le hice a Taty es anecdótica. Si hoy la entrevistase, le haría otras preguntas. Yo tocaba de oído, no sólo en el periodismo, sino en mi propia vida y, por supuesto, en la historia de este país, por lo que, probablemente, ninguna de las preguntas que le hice ese momento le haría hoy. </div><div style="text-align: justify;"> Sin embargo, el valor testimonial y revelador que tuvo esa entrevista para mi hace que la conserve, no sólo en un documento de Word en la carpeta “Facultad”, sino en mi selecta memoria. </div><div style="text-align: justify;">Taty me dijo aquella vez que la lucha de las Madres superaba la de las Abuelas, los HIJOS y demás agrupaciones. Pero lo dijo desde una humildad creíble y con total melancolía. “Nosotras llevamos a nuestros hijos 9 meses en la panza”, me había dicho. “Vos fijate que hay viudas, huérfanos, pero la pérdida de un hijo no tiene nombre”, reflexionó.</div><div style="text-align: justify;"> Algunos podrán considerarlo un cliché o una exageración, otros. Lo cierto es que ese encuentro me marcó y cada vez que pienso, leo o escribo algo sobre nuestros desaparecidos (no sólo el 24 de Marzo) me vuelve la cara de Taty a la memoria. Y su historia. La historia de Alejandro, bah.</div><div style="text-align: justify;"> Tenía que escribir algo para esta sección y no sabía cómo hacer para no escribir lo mismo que otros. Lo que tantas veces leo. Pensé, entonces, en Taty y Alejandro. Tal vez no sea la mejor columna, ni la más original. Pero es genuina y desde el fondo de mis recuerdos, de mi insignificante aporte a la causa.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><b><u>Parida por su hijo (fragmento)</u></b></div><div style="text-align: justify;"> <i>“En mi caso particular, todo mi entorno familiar es de militares, coroneles, comodoros... Yo era una antiperonista, era una gorila que ni te cuento (…) Me acuerdo de las veces que mi hijo Alejandro, con sus 20 años, me abrazaba y me decía: ‘Esta gorilita de mierda... cómo la quiero a esta gorilita’. Te soy sincera, cuando vino el golpe de Estado (del ’76), yo dije: “Al fin se van estos negros de mierda... y vienen mis conocidos y yo voy a saber qué pasó con Alejandro”. Por supuesto, yo vi a cuantos te podrás imaginar, a los oficiales de mi padre... y todos decían: ‘no, no, no se sabe nada’... y yo quería creer que ellos no sabían, necesitaba creer, ¿te das cuenta? Hasta que, después de un tiempo, empecé yo a darme cuenta... Por eso yo digo, Naty, yo me siento parida por Alejandro. El costo es espantoso, pero mi hijo me parió a mí, ¿viste?... y así fue que yo salí de esa burbuja. Me afeité hace rato, no soy más gorila... tampoco soy peronista, pero no ‘anti, ¿entendés?, porque eso es tan tremendo, ¿no? Y eso me lo enseñó Alejandro."</i></div><div style="text-align: justify;"><i><b>Taty Almeida, Madre de Plaza de Mayo, Línea Fundadora (Agosto de 2002)</b></i></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div>Natalia Arenashttp://www.blogger.com/profile/05495089063618821630noreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-7154678617806267613.post-65425316133981797182012-02-21T00:27:00.001-03:002012-02-21T00:28:22.327-03:00San Valentin: ni tanto ni tan poco<div style="text-align: justify;"><i>(Publicado en Urbano, el 14/02/2012)-.</i> Sólo de un compositor de la talla de Joan Manuel Serrat podía haber emergido semejante brillantez: resulta que el tipo no dejaba de pensar en su amada, pero tampoco le surgía una genialidad en palabras para regalarle. Así que resolvió decirle exactamente eso: “No hago otra cosa que pensar en ti… y no se me ocurre nada”.</div><div style="text-align: justify;"></div><a name='more'></a><br />
<div style="text-align: justify;"> Desconozco la historia real de la dedicatoria (tal vez ni siquiera la haya), pero fabulo que su musa habrá caído rendida a sus pies. O se habrá enamorado aún más. </div><div style="text-align: justify;"> En síntesis, cuando alguien piensa en otra persona de manera amorosa no hay mucho que decir al respecto. Las palabras sobran. Y en el vano intento por explicar en vocablos lo que a uno le está pasando, se cae en la temida y ridícula cursilería y afloran frases del estilo “Te amo hasta el infinito ida y vuelta”, “Sos lo mejor que me pasó en la vida” y “Nunca sentí lo que siento por vos”. Error. Cuando estemos tentados de pisar el palito, recapitulemos. Respiremos profundo, beso, abrazo y a otra cosa.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"> Hace varios años que el Día de los Enamorados no significa absolutamente nada para mí. La inmediata conclusión sobre los por qué de esta negación conciente es: “qué piola, querida, hace varios años que la fecha te encuentra en el desamor más puro”. Los últimos 14 de febrero, incluso, manifesté cierto fastidio por la ola de enamorados que-sólo-parecen-estarlo-en-estas-fechas y hasta me sumé al grupo de Facebook titulado “Cupido, metete las flechas en el orto”. Así de temeraria me volví. </div><div style="text-align: justify;"> Sin embargo, el rencor se fue apaciguando, terapia de por medio, y comprendí que el motivo de que el amor no llegue era justamente porque la que estaba apuntando la flecha mal era yo, no el culoncito de rizos rubios. Así que me relajé -si, claro, de más está decir que el amor por fin llegó, pero no hablo de mi vida privada en estas columnas (¡!)- y este año me dispuse a escribir al respecto. </div><div style="text-align: justify;"> Pero, como era de esperarse, no se me ocurrió nada. Y así, en el limbo fantasmagórico de la hoja en blanco, recordé al Nano y su genial “No hago otra cosa que pensar en ti”. Y no encontré mejor manera para empezar estas líneas. </div><div style="text-align: justify;"> Cuando no se te ocurre, no hay caso. No hay que esforzarse. Es exactamente como en el amor. Y no me refiero solamente al amor de pareja. Lo mismo sucede entre amigos, padres, hijos, hermanos… Si no hay amor, no lo hay. Y ya. Y si lo hay, procurá conservarlo y mimarlo. Las palabras, muchas veces sobran. Y si no podés dejar de pensar en esa persona, qué mejor que decirle exactamente eso. Ni corazones de chocolate (¡con 32 grados de térmica!), ni peluches con carteles luminosos… nada, en definitiva, igualará eso que te pasa cuando lo/la tenés en frente. Y si lo iguala, estás en problemas, creeme.</div><div style="text-align: justify;"> Por eso, estimado/a enamorado/a, hoy brindá con tu compañera/o y procurá hacerlo, también, el resto del año. </div><div style="text-align: justify;"> Y para vos, que todavía no te llegó el amor y andás renegando y maldiciendo a Cupido, y todavía no abriste el Facebook para evitar leer cursilerías ajenas, relajate. Es un día más para vos también. Tenés otros 364 para encontrarlo. </div>Natalia Arenashttp://www.blogger.com/profile/05495089063618821630noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-7154678617806267613.post-6823749935519692192011-12-30T14:17:00.000-03:002011-12-30T14:17:26.255-03:00Paranoia<div style="text-align: justify;">Me pierdo en el inconmensurable espacio que dibujó tu mano, en ese laberinto, sueño de Alicia, que abriste para dejarme en claro que ya no había salida posible. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Me encuentro loca de risa, en una catarata de agua perfectamente cristalina, dudosamente peligrosa.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Me voy. Sufro, lloro, paranoiqueo.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Vuelvo. Siempre (vos sabés), vuelvo. </div>Natalia Arenashttp://www.blogger.com/profile/05495089063618821630noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7154678617806267613.post-4996669001198666732011-12-23T11:24:00.001-03:002011-12-23T11:26:04.462-03:00A pasar las Fiestas (y no amargarse en el intento)<div style="text-align: justify;"><i>(Publicado en Diario Urbano)-</i>. En solidaridad con el ánimo cabizbajo de aquellos compatriotas que carecen del entusiasmo navideño, me permití puntear una serie de consejos para pasarla mejor que peor, enmarcados en el lema “Dejate llevar”.</div><div style="text-align: justify;"></div><a name='more'></a><br />
<div style="text-align: justify;"> Que las fechas venideras sean llamadas por el común de la gente “Fiestas” siempre me hizo un poco de ruido. Ese intento (logrado, por cierto) de utilizar, de manera deliberada, un término absolutamente amplio para referirse a cuatro días locos, me supera. </div><div style="text-align: justify;"> Aspectos lingüísticos al margen, se vienen las Fiestas, nomás (si, en determinados niveles inofensivos, hay que amoldarse y ser parte del rebaño). Y, tal como el invierno, hay que pasarlas. </div><div style="text-align: justify;"> Para la mayoría de la gente, el objetivo es pasarla bien. No importa demasiado el Niño Jesús, la Virgen María y, después de los 18 años –promedio- ni siquiera importa Papá Noel. Hay que comer de manera consecutiva (con un parate obligado entre el 26 y el 30 diciembre) sin asco. Pollo, matambre, ensalada rusa, almendras, nueces, pan dulce, sanguchitos de miga, helado, ensalada de frutas, vitel toné… y la lista puede extenderse al infinito. Sin asco. Con el alcohol, lo mismo: vino (en todas sus variantes), cerveza, sidra, strawberry, ananá fizz, champagne, whisky, fernet… </div><div style="text-align: justify;"> Hay una creciente minoría, sin embargo, que no tiene siquiera una pizca de ese deseo por “pasarla bien” y manifiesta un incontrolable odio por este cúmulo de tradiciones, festejos y demás. A ellos, a los que no se bancan el advenimiento de la juntada familiera, el repentino amor por absolutamente todo ser vivo (por el sólo hecho de que es Navidad) ni el engancharse en el trencito con una tía pasada de copas, a todos ellos, van una serie de humildes sugerencias, bajo la premisa de dejarse llevar por el espíritu jocosamente fiestero.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">1) No reniegues del tío chistoso. Escuchalo, reíte de sus chistes repetidos y festejale alguno en particular con aplauso incluído y tres golpecitos finales sobre la mesa con la mano extendida.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">2) Después de las 12, no discutas innecesariamente y cambiate la tanguita por la bombacha rosa que te trajo la abuela. Nadie nunca podrá decirte el significado real de esta tradición, pero pone contenta a las mayores de la familia que corren al baño ni bien tocan las 12.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">3) Bajo ningún punto de vista abras un regalo antes de las 12 del 24. Un sin fin de desgracias caerán sobre ti y, si esperabas un par de zapatillas, te encontrarás con un cd de Arjona. En serio, no se jode con esto.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">4) Por más que los vecinos ya hayan brindado y el cielo esté cubierto de fuegos artificiales, no se te ocurra levantar la copa antes de que tu familia decrete que ya son las 12. Todas las familias brindan tarde. Jamás cronometran los relojes y siempre, mientras esperan los “pitidos” de la radio, alguno grita: “Pero ya son las 12, viejo!”.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">5) Las nueces peladas no son lo mismo. Además de ser más caras, no tienen la emoción de tener que golpearlas con el culo de la botella de sidra. Disfrutá de pedirle a alguna tía que te rompa alguna para vos. Vas a hacerla feliz.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">6) El vitel toné es vitel toné. Punto. No se pregunta nada más. No querés saber de qué y cómo está hecho. En serio.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">7) Bailá un poco con las tías. No te cuesta nada. Quien te dice, por ahí hasta terminás divirtiéndote vos también.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">8) Y, por último, para los solteros: ignorá absolutamente todo comentario y/o pregunta sobre tu estado civil. Como respuesta a los “para cuándo”, un chin chin y felices fiestas. Y que te sigan envidiando.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Hay que pasarlas. No hay manera de esquivarlas. Llegan, invaden, hacen algo de bochinche y ya. Uno se despierta y ya es otro año. Y los chicos que crecen y los perros que nos odian por la innecesaria pirotecnia y los papás que se emocionan cuando brindan. Y vos que cada año te pesa un poco más. Y la música bien fuerte. Y un deseo, uno solito, que te guardás para vos solo. Y ojalá que se te cumpla. Y vení, dame un abrazo. Y salud! </div>Natalia Arenashttp://www.blogger.com/profile/05495089063618821630noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-7154678617806267613.post-50648654892277892532011-10-24T17:17:00.003-03:002011-10-24T17:47:21.140-03:00Brujas y montañas<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Antes de llegar a la casa de los tíos Pablo y Dante, el lateral derecho del terreno se eleva considerablemente y una montañita media chueca sirve de divertimento obligado para que Mara suba y baje, una y otra vez, con pasitos cortos y algo temblorosos. O se quede sentada, ya en la cima, juntando bolitas de algún árbol, en compañía del abuelo o de alguno de los tíos. O se invente una penitencia arrebatada, por el reto de mamá o de la abuela, puchero mediante y observando, de reojo, cómo sigue todo en su breve ausencia. <br />
<br />
<a name='more'></a></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"> En la casa donde yo viví mis años mozos de nena, a veces había montañas. Gigantes montañas de arena, ladrillos o escombros. Bastante seguido había montañas. En una casa en constante construcción, era lógico. Y eso me encantaba. Porque yo también disfrutaba de subir y bajar trabajosamente ese montecito. A veces era el trono de <st1:personname productid="la Natalia" w:st="on">la Natalia</st1:personname> reina; a veces la posta final del entrenamiento de una Natalia próxima a ser detective secreto; otras, el escondite de una persecución, y alguna vez también fue el lugar de lectura de los primeros cuentos.</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"> “Vení, tía”, me dice Mara, mientras me agarra de la mano y hace una fuerza imaginaria (con los músculos de su rostro, más que con los del resto del cuerpo) para obligarme a acompañarla. El destino, como (casi) siempre que estamos en el fondo de la casa de los abuelos (y el frente de la de los tíos), es la montaña. La subimos a trote y ella exagera una risa contagiosa y fresca, que deja al descubierto, uno a uno, todos sus dientitos de leche. La bajamos. Y la volvemos a subir, con el mismo ritmo. Ahora nos quedamos arriba, con el vientito de las 7 de la tarde que nos pega en la cara y Charly y Mora que nos revolotean por las piernas moviendo sus colas y pretendiendo ser parte del divertimento. Los echamos, con delicadeza, para quedarnos solas y poder sentarnos en la cima, sin sus lengüetazos ni empujones de caderas.</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"> Mara me mira y se ríe. Hago lo mismo, pero elijo una carcajada distinta. Pongo un tono grueso y terrorífico (para una nena de 2 y medio) y a ella se le borra la sonrisa. “Tía”, me dice por lo bajo. Le digo que no, que no soy su tía. “Soy la bruja”, ensayo. Me mira a los ojos y me abraza. Me aprieta fuerte, me vuelve a mirar y me dice “Tía”, como queriendo reafirmar, por su propio bien, mi verdadera identidad. Y ahí vi el miedo en sus ojazos marrón clarito. Vi sus ansias de que yo sea yo y no la bruja. Y en un torbellino de flashbacks recordé mis propios miedos a la oscuridad, a los fantasmas, a los cocodrilos. Recordé con la mente, pero también con el cuerpo, la sensación exacta de esos infundados temores. “Soy yo, tonta”, reculé, con mi propia voz. Me miró con desconfianza y con la inseguridad que crea el propio miedo, arriesgó: “no existen las brujas”. Estuve tentada de decirle –de puro jodida- que sí existen, pero que en ese momento no había ninguna. Sólo para volver a ver esa enternecedora carita de susto y que vuelva a abrazarme. Pero mi amor de tía pudo más y le confirmé sus sospechas. La bajé a upa de la montaña, por pedido expreso de ella, y, una vez abajo, seguimos corriendo por la parte plana del terreno. Ese día, no volvimos a subir la montaña ni mencionamos aquello de las brujas. No fue una decisión consensuada explícitamente, pero ninguna de las dos intentó lo contrario. Imposible saber lo que pasó por su mente, pero el recuerdo de mis propios miedos evitó volver allí. </div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"> En su inconmensurable mundo imaginario, del que yo soy parte de a ratitos, las brujas –que sí existen- pueden volver en cualquier momento a la mágica montaña gigante. Y cuando eso pase, quiero estar con ella, pero no para asustarla, sino para defenderla y que escapemos juntas agarradas fuerte de la mano, hacia vaya a saber qué maravilloso lugar. </div>Natalia Arenashttp://www.blogger.com/profile/05495089063618821630noreply@blogger.com8tag:blogger.com,1999:blog-7154678617806267613.post-91147423804514021332011-08-16T17:01:00.003-03:002011-08-16T17:03:51.976-03:00BocanadaNo había nada que temer en ese atisbo de nuevos aires y, sin embargo, temía.<br />
Tal vez se había creído aquello del destino fatal y condenadamente solitario. <br />
<br />
Temía. Pero, a diferencia de temores anteriores, y lejos de la siniestra parálisis del pasado, avanzaba y pisaba ese colchón de hojas otoñales, grandes y crujientes.<br />
<br />
La luz no encandilaba. La luz era luz. Brillante. Luz.<br />
<br />
<br />
<a name='more'></a><br />
El frío no congelaba. Frío de invierno con sol. Carente de viento, empapado de aire. Bocanadas de aire fresco.<br />
<br />
<br />
Cerraba los ojos y respiraba profundo. Profundamente respiraba. Y soltaba. <br />
<br />
Reía. Con la frescura de otros tiempos. Con la alegría de este tiempo. Con las mejillas, con la boca, con los ojos, con el cuerpo.<br />
<br />
Soñaba. Pero, esta vez, era cierto. Natalia Arenashttp://www.blogger.com/profile/05495089063618821630noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-7154678617806267613.post-27557080240068338142011-06-19T22:21:00.002-03:002011-06-19T22:21:42.731-03:00Agujas<div style="text-align: justify;">Sucede que el tiempo es una enorme, inmensa paradoja en la que un día puede ser eterno y tediosamente vacío y el siguiente, una incansable vorágine de figuras que se multiplican al aparente infinito.<br />
Sucede que el ánimo a veces envuelve todo lo demás y uno es sólo una abstracción incapaz de materializarse en nada.</div><br />
<a name='more'></a><br />
<div style="text-align: justify;"> Sucede que, a fin de cuentas, los días se caen en el precipicio de ese tiempo. Y ya no es posible volver a ellos.<br />
Sucede que la memoria es un cajón sin fondo que va tiñendo cada recuerdo de un gris opaco y ceniciento.<br />
Sucede que también hay reglas y alguien olvidó leerlas.<br />
Sucede el otoño, los domingos, la espera.<br />
Sucede a cada momento y pocas veces nos damos cuenta.</div> Natalia Arenashttp://www.blogger.com/profile/05495089063618821630noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-7154678617806267613.post-38887056327934450312011-06-06T13:41:00.003-03:002011-10-24T21:15:00.174-03:00Roberto Arlt: un gigante rabioso<div style="text-align: justify;"><i>(Publicada en el número de mayo de revista El cruce).- </i> Recordado como uno de los escritores argentinos más transgresores del siglo XX, el autor de novelas como “Los siete locos” y “Los lanzallamas”, supo ser también un periodista crítico de su época en sus inolvidables aguafuertes, un sagaz dramaturgo y un frustrado inventor, oficio que, sin embargo, bien supo aprovechar en su prolífera obra literaria. </div><div style="text-align: justify;"></div><a name='more'></a><div style="text-align: justify;">Caminar por los senderos intelectuales tradicionales, no pudo. Atarse a la regla de la corrección que imponía el canon literario de la época, viable sólo para selectos círculos, no quiso. Plasmar la realidad social de su época como era “conveniente” a la clase inaccesible para el pueblo, y desde la obsecuencia que el periodismo actual suele condensar en quienes lo practican, le hubiese resultado impracticable. Y todo, por la misma causa: su tamaño. El físico, que le vino en gracia; y el moral, sin dudas cultivado por su potente alma. Hoy, a casi 70 años de su muerte, podría hablarse de Tamaño mitológico, parafraseando a Jorge Luis Borges, aunque quizá este último autor, por razones obvias, no estuviese de acuerdo con atribuirle tal cualidad.</div><div style="text-align: justify;"> Roberto Arlt hablaba el mismo idioma que hablaban quienes lo leían. Su mirada crítica hacia la sociedad lo transformó en un portavoz de su clase. Por eso, su escritura clara, sencilla, sin vueltas. Por eso, como periodista, escritor o dramaturgo, no necesitó más que vivir en su época… y contarlo.</div><div style="text-align: justify;">Nació en Buenos Aires, apenas estrenado el siglo XX, el 26 de abril de 1900. Hijo de inmigrantes, durante su juventud la necesidad lo llevó a desempeñarse en las más diversas ocupaciones: fue pintor, ayudante en una librería, aprendiz de hojalatero, peón en una fábrica de ladrillos y estudiante fracasado de la Escuela de Mecánica de la Armada, entre otras.</div><div style="text-align: justify;">Arlt decidió abandonar su casa paterna a los 16 años y por eso se dice que las mayores enseñanzas las aprendió del barrio porteño de Flores, cuyas calles supo recorrer bastante más que las aulas. </div><div style="text-align: justify;"> La pobreza que rodeó su infancia y primera juventud lo convirtió en un hombre sumamente ambicioso que soñó muchas veces con hacerse millonario, como resultado del éxito que –esperaba- tendría alguno de sus inventos. Su frustrada y –por qué no- mágica vocación sería, acaso, el recurso que utilizaría en sus historias de ficción, tomándose justa revancha de sus constantes fracasos como inventor. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><b>Entre Florida y Boedo</b></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">La primera parte del siglo XX estuvo signada en la Argentina no sólo por la llegada masiva de inmigrantes que huían de la Primera Guerra Mundial y por la posterior Década Infame, sino por la proliferación de una vanguardia literaria con referentes de la talla de Borges, Leopoldo Marechal, Oliverio Girondo, Raúl González Tuñón y Leónidas Barletta, entre otros.</div><div style="text-align: justify;"> Las diferencias ideológicas entre los distintos escritores desembocaron en el surgimiento de dos grupos literarios que se autoproclamaban antagónicos. Así, estaban los de Florida (vinculados a las elites económicas y concentrados en analizar las formas artísticas y cuestionar la métrica y la rima de la poesía), y los de Boedo (mayoritariamente de inclinación izquierdista, les interesaban los contenidos sociales y políticos). Los primeros solían reunirse en el centro de Buenos Aires, mientras que los segundos lo hacían en los suburbios.</div><div style="text-align: justify;"> Hijo nada casual de aquella época, Arlt solía coquetear entre uno y otro grupo, resistiéndose al estilo correctamente gramatical y europeo de los de Florida, pero sin declarar su pertenencia a Boedo (tal vez para fastidiar con su sola presencia a los primeros).</div><div style="text-align: justify;"> “Se dice de mi que escribo mal. Es posible. De cualquier manera, no tendría dificultad en citar a numerosa gente que escribe bien y a quienes únicamente leen correctos miembros de su familia”, solía mofarse de sus más fervientes críticos, y detallaba, allá por 1931: “Para hacer estilo son necesarias comodidades, rentas, vida holgada”, carencias que asumía propias y que marcaron a fuego no sólo su vida, sino la totalidad de su obra. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><b>Una personalidad hecha tinta</b></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">"Cuando se tiene algo que decir, se escribe en cualquier parte. Sobre una bobina de papel o en un cuarto infernal. Dios o el Diablo están junto a uno dictándole inefables palabras". El fragmento pertenece al prólogo de “Los Lanzallamas” (1931), su tercera novela, que le da cierre a la anterior “Los siete locos” (1929). Pero el principio de su lúcida carrera como escritor comenzaría tres años antes, con la publicación de “El juguete rabioso”. Con su primera novela, Arlt iniciaría una narrativa diferente, dura y perfectamente empotrada en el contexto socio económico de la época, que incluiría, además, cuentos y obras teatrales. </div><div style="text-align: justify;">Así, Arlt se aprovechó de la ficción y contó historias que podrían haber sido reales, creó personajes cotidianos y los tiñó de la época. Habló de amas de casa y prostitutas, de ladrones y científicos, de marginados y fracasados. Algunos de ellos, inclusive, comparten características del propio Arlt y, así, escritor y personaje se fundían, se igualaban. Arlt jugó a ser Erdosain (protagonista de Los siete locos y Los Lanzallamas), con sus inventos superadores, y Erdosain jugaba a ser Arlt, con sus angustias y sus conflictos existenciales.</div><div style="text-align: justify;">En sus aguafuertes, en cambio, el escritor jugaba a ser él mismo. Era el observador de una realidad emergente. Y la contaba, la describía y la criticaba. Allí estaba el Arlt periodista. Allí estaba el compromiso. Y también allí estaba la complicidad con sus lectores y la identificación con aquella clase media hija de inmigrantes, como él. Entre 1928 y 1933, estas “columnas” que Arlt publicaba semanalmente en el diario El mundo constituyeron un fiel reflejo del contexto socio histórico de aquella época. Un contexto que lo empujó, casi compulsivamente, a escribir y a publicar, en su brevísima vida, cinco novelas y cerca de 30 cuentos. </div><div style="text-align: justify;">También supo escribir para las tablas, y sus obras, con 50 años encima, continúan convocando público. “300 millones” y “Saverio el cruel”, son algunas de sus historias pensadas en formato teatral. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><b>La mirada oblicua</b></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Con hipocresía, cinismo y crudeza, pero también con ternura, coraje y lucidez, el multifacético e inquieto Arlt fue implacable en su afán de mirar y hacer ver.</div><div style="text-align: justify;"> La enormidad de su talento para contar su tiempo era acorde a su físico. Una anécdota del escritor Ricardo Piglia detalla que en el velorio de Arlt, al féretro tuvieron que sacarlo por una ventana, colgado en el aire y con sogas, porque el autor de Los siete locos era demasiado grande para llevarlo por un pasillo. "Ese féretro suspendido sobre Buenos Aires es una buena imagen del lugar de Arlt en la literatura argentina", dice Piglia. </div><div style="text-align: justify;"> Roberto Arlt murió el 26 de julio de 1942, a los 42 años. En el mágico universo literario, su presencia en aquel velorio hubiese sido una buena historia, acaso imposible (porque, claro, los muertos no escriben), contada por el propio Arlt. Viajando a su destino final, bamboleándose cabeza abajo dentro de un cajón oscuro, por los cielos porteños, pero pluma en mano, Arlt estaría describiendo una realidad desde aquella mirada oblicua. Esa mirada debeladora de otra realidad sobre lo póstumo, diferente a esa que nos tiene acostumbrados la costumbre y que tanto difiere de la narrativa arltiana. </div>Natalia Arenashttp://www.blogger.com/profile/05495089063618821630noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7154678617806267613.post-13243976268641539422011-05-08T21:08:00.001-03:002011-05-08T21:10:05.680-03:00Preludio para un final<div style="text-align: justify;">Estrepitosa y lenta. Casi imposible, pero real. Verídica, al menos en el mundo onírico. El vacío se acerca y esa sensación de nada en el estómago crece. Un abismo que se aproxima (¿o es ella la que se aproxima a él?). Vértigo. Como arriba de una montaña rusa, pero una inmensa, fatídicamente alta, dudosamente perfecta.<br />
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<a name='more'></a> Allá a lo lejos, no tan lejos, más cerca, frente a ella, no hay nadie. (¿Así será el final de los finales?). Sólo el piso, que varía: cemento, madera, pasto seco, baldosones, plumas… no hay una lógica entre el material que toca en suerte y los retazos de historias mínimas. O, al menos, eso parece.</div><div style="text-align: justify;"> Todo, en milésimas de segundos. Y en un silencio absurdo. Y pum. El golpe seco. Otro final.<br />
Y el sobresalto. La insegura seguridad de un lecho. El quedarse diez segundos regulando, con los ojos semiabiertos, sobre qué fue lo que pasó, cuándo, dónde. La tranquilidad de haber despertado. La obligada vigilia para no ceder al sueño y, así, evitar volver al terror injustificado, recurrente. <br />
En menos de un minuto, otra vez el vuelo bajo, otra vez su amiga de la infancia, su antigua casa, su hombre sin rostro, sus muertos no tan vivos, su llegada tarde a la escuela, su desnudez callejera y sus otros cientos de restos diurnos. <br />
Esa noche no volverá a sucumbir en el vacío, ni a sentir el vértigo en el medio del pecho como un puño apretujado que apretuja. Tampoco la siguiente. Pero algún día, algún año, la sensación se hará de nuevo carne en su carne y, otra vez, como un grito sin voz, esquivando sus vuelos, su infancia, sus muertos, emergerá de la nada hacia el más oscuro de los túneles. Y caerá de golpe. Y despertará aliviada. </div> <br />
Natalia Arenashttp://www.blogger.com/profile/05495089063618821630noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-7154678617806267613.post-33829490037055338652011-04-17T02:45:00.002-03:002011-04-17T02:45:57.774-03:00Otredad<div style="text-align: justify;">“Tampoco fue para tanto”, pensó. Pero tal vez lo fue. Uno nunca llega a vislumbrar la dimensión de los para tanto del otro. ¿Cómo averiguarlo, además? ¿Cuánto había de verdad y cuánto de mentiras piadosas en sus excusas prolijamente disfrazadas de argumentos? ¿Y por qué creer que eran excusas y no argumentos? ¿Y cuál es la diferencia entre unas y otros?</div><div style="text-align: justify;"><a name='more'></a> Sucede que el otro es el otro. Jamás es uno. Sucede que el límite infranqueable está justo ahí: donde termina la punta del dedo gordo del pie. Después de eso, no hay más nada. Otredad, que le dicen. Pero mío, nada.<br />
Resulta que el pensamiento no es uno. Ojalá lo fuera. Resulta que son dos, tres, diez, veinticinco millones. Y cuando los propios intentan atravesar los del otro… caramba, es tan fácil equivocarse. Es tan fino, tan peligrosamente breve el instante en que uno cree que, en realidad, el otro quiso decir que. Es un paso. Como el de pan-queso. Sólo un paso. Y el abismo. Pan-queso-pan… al vacío. <br />
Quién sabe si fue para tanto. Cómo saberlo. </div>Natalia Arenashttp://www.blogger.com/profile/05495089063618821630noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7154678617806267613.post-17341938600358747622011-04-15T01:09:00.001-03:002011-04-15T01:10:22.989-03:00La calle y después<div style="text-align: center;">Esperanzas diseminadas en el fondo, bien al fondo, de una margarita pálida, mustia, lánguida.<br />
Caminatas cansadas hacia países nunca jamás encontrados.<br />
Crímenes perfectamente pensados y estúpidamente descubiertos.<br />
Lunas redondas y plateadas. Soles circulares, estrellas que encandilan.<br />
Escenarios viejos, nuevos, mejores. Tablas gastadas de madera fértil, fuerte, resistente.</div><div style="text-align: center;"><a name='more'></a>Declaraciones calladas. Palabras sueltas, frases girando en el atrayente espacio del sin sentido.<br />
Límites perfectos, gruesos, después más finos. Fronteras engañosas, curvilíneas.<br />
Balcones sin flores, sin plantas, sin nada. Ventanas abiertas para que sólo venga ese ínfimo rayo de luz hasta mí, ese que me envuelve en una larga, imperdible siesta.<br />
Hojas antes blancas, ahora sepia. Letras, millones de letras.<br />
Domingos con garúa. Noches llenas de frío y hastío.<br />
Tardes otoñales de sábado. Cielos inmensamente celestes. Ausencia de blancos y grises. Calor de bufanda, amor de semana.<br />
Y la gente. La misteriosa, inentendible gente que tampoco entiende.<br />
Y la espera. Insoportable, incondicional compañía de esperanzas, caminatas, crímenes, lunas, soles, estrellas, escenarios, tablas, declaraciones, palabras, límites, fronteras, balcones, ventanas, hojas, letras, domingos, noches, tardes, cielos. Y de la gente, la misteriosa, inentendible gente.</div>Natalia Arenashttp://www.blogger.com/profile/05495089063618821630noreply@blogger.com3