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domingo, 25 de marzo de 2012

Avatares de la memoria

(Publicado el 24/3/2012 en Urbano)-. El primer acercamiento real, palpable que tuve con el 24 de Marzo fue en 2002, bastante antes de que esta fecha fuera declarada Día de la Memoria (me gusta más que “feriado nacional”).
   Pucha, ya pasaron 10 años, entonces, desde que un trabajo práctico de la materia Periodismo Gráfico II de la UNLZ, me pedía que entreviste a alguien conocido por algo que haya hecho, pero no necesariamente famoso. De más está explicar la diferencia entre ambos. 

   En estos días, intenté recordar, en vano, por qué decidí tomarme el Roca y encarar para la calle Piedras al 100. Lo cierto es que aquella vez me paré frente al edificio altísimo y antiguo, me abrieron la puerta y me indicaron que las Madres estaban en el 1° “A”.
  Me recibió “Taty” Almeida. Se hizo esperar, mientras terminaba de ultimar unos detalles por teléfono y protestaba, porque el que la escuchaba del otro lado era un contestador automático. La Taty de hace 10 años se paró, volvió a sentarse, sonrió y me invitó a pasar a otro cuarto “para estar más tranquilas”. Me gritó desde allí para que vaya y, cuando entré, la encontré sentada, con las manos apoyadas en la mesa. Mis en ese entonces todavía inexpertas manos de estudiante de periodismo sacaron el grabador, el anotador y la birome. La escuché empezar a hablar y la ví buscar algo en su bolso. La miré, sin que ella lo notara, y tenía los ojos enormes y profundamente tristes, el pelo corto. La Taty de esos años era una mujer coqueta y muy bonita. Igual que la de ahora. Ambas conservan, también (o al menos es lo que puedo ver en fotos, imágenes de tv actuales) el sufrimiento que se le nota en cada gesto, en cada palabra y, sobre todo, en la mirada, esa mirada que se le transforma cuando habla de su hijo y se le llena de amor, de dolor, de bronca.
   Prendí el grabador y, mientras le hacía la primera pregunta, Taty apoyó en la mesa, cerca  mío,  para que lo vea bien, un prendedor con la imagen de un chico de no más de 20 años. Debajo de la foto, la frase devalaba el por qué yo estaba ahí y ella frente a mí ese día: “Alejandro Martín Almeida, 17 / 6-1975.”
Alejandro tenía 20 años cuando lo desaparecieron, en 1975, durante el gobierno constitucional de Isabel Perón. Y fue su historia, contada por su madre, ese primer acercamiento con los 30 mil, el terror, las torturas y tantos otros horrores.
   La entrevista que le hice a Taty es anecdótica. Si hoy la entrevistase, le haría otras preguntas. Yo tocaba de oído, no sólo en el periodismo, sino en mi propia vida y, por supuesto, en la historia de este país, por lo que, probablemente, ninguna de las preguntas que le hice ese momento le haría hoy. 
   Sin embargo, el valor testimonial y revelador que tuvo esa entrevista para mi hace que la conserve, no sólo en un documento de Word en la carpeta “Facultad”, sino en mi selecta memoria. 
Taty me dijo aquella vez que la lucha de las Madres superaba la de las Abuelas, los HIJOS y demás agrupaciones. Pero lo dijo desde una humildad creíble y con total melancolía. “Nosotras llevamos a nuestros hijos 9 meses en la panza”, me había dicho. “Vos fijate que hay viudas, huérfanos, pero la pérdida de un hijo no tiene nombre”, reflexionó.
   Algunos podrán considerarlo un cliché o una exageración, otros. Lo cierto es que ese encuentro me marcó y cada vez que pienso, leo o escribo algo sobre nuestros desaparecidos (no sólo el 24 de Marzo) me vuelve la cara de Taty a la memoria. Y su historia. La historia de Alejandro, bah.
   Tenía que escribir algo para esta sección y no sabía cómo hacer para no escribir lo mismo que otros. Lo que tantas veces leo. Pensé, entonces, en Taty y Alejandro. Tal vez no sea la mejor columna, ni la más original. Pero es genuina y desde el fondo de mis recuerdos, de mi insignificante aporte a la causa.

Parida por su hijo (fragmento)
   “En mi caso particular, todo mi entorno familiar es de militares, coroneles, comodoros... Yo era una antiperonista, era una gorila que ni te cuento (…) Me acuerdo de las veces que mi hijo Alejandro, con sus 20 años, me abrazaba y me decía: ‘Esta gorilita de mierda... cómo la quiero a esta gorilita’.  Te soy sincera, cuando vino el golpe de Estado (del ’76), yo dije: “Al fin se van estos negros de mierda... y vienen mis conocidos y yo voy a saber qué pasó con Alejandro”. Por supuesto, yo vi a cuantos te podrás imaginar, a los oficiales de mi padre... y todos decían: ‘no, no, no se sabe nada’... y yo quería creer que ellos no sabían, necesitaba creer, ¿te das cuenta? Hasta que, después de un tiempo, empecé yo a darme cuenta... Por eso yo digo, Naty, yo me siento parida por Alejandro. El costo es espantoso, pero mi hijo me parió a mí, ¿viste?... y así fue que yo salí de esa burbuja. Me afeité hace rato, no soy más gorila... tampoco soy peronista, pero no ‘anti, ¿entendés?, porque eso es tan tremendo, ¿no? Y eso me lo enseñó Alejandro."
Taty Almeida, Madre de Plaza de Mayo, Línea Fundadora (Agosto de 2002)

3 comentarios:

  1. Te felicito! Excelente columna, quiero mas!
    Saludos.
    Gonzalo.

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  2. Gracias! Ya vendrán más, cuando la inspiración lo disponga. Beso!

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