Porque –dejemos la sonsera romántica de lado- la Primavera es sólo una muestra más de que el Verano está cerca. Muy cerca. Usted lo sabe. Y ellos, fatídicamente, también. Por eso los gimnasios del centro (de Monte Grande, de Lomas, de Adrogué), apiñan voluntades multiplicadas por las infaltables paredes espejadas, que insisten en demostrarle a uno que en 3 meses mucho no se puede hacer con lo que natura dio y 9 meses de sedentarismo agrandaron.
Miedos, amores, amigos, rencores, heridas, caricias, espejos, charlas, misterios, matices, mates, cigarrillos, fresias, chocolates, cuerdas flojas, histeria, mil lágrimas, sonrisas, esperas, teléfonos, arrepentimientos, gritos, fiesta, daiquiris, suspiros, sorpresas, mails, espacio, incertidumbre, límites, angustia, placer, egoísmo, soberbia, impotencia, Benedetti, salidas, experiencias, éxitos, fracasos, Cortázar, Galeano, música, melodías, cerveza, café, castigos, libertad, soledad, reconocimientos, lunas y soles, los domingos de siempre, mentiras, sueños, finales, pesadillas, cambios, Arlt, despertadores, consejos, traiciones, carcajadas, desilusiones, esperanzas, caminos, opuestos, miradas, Cien años de soledad, costumbre, tormentas, abrazos, dolores, nacimientos, rupturas, abismos, puertas, candados, almuerzos, proyectos, viajes, silencios, mensajes, olvidos, carencias, paciencia, calma, sombras, peleas, manos, esfuerzo, todo y nada. Más y menos. Menos de lo mismo.
miércoles, 6 de octubre de 2010
La voluntad fugaz
Porque –dejemos la sonsera romántica de lado- la Primavera es sólo una muestra más de que el Verano está cerca. Muy cerca. Usted lo sabe. Y ellos, fatídicamente, también. Por eso los gimnasios del centro (de Monte Grande, de Lomas, de Adrogué), apiñan voluntades multiplicadas por las infaltables paredes espejadas, que insisten en demostrarle a uno que en 3 meses mucho no se puede hacer con lo que natura dio y 9 meses de sedentarismo agrandaron.
lunes, 4 de octubre de 2010
Retrato
Apoyó el codo sobre la mesa y el mentón sobre su mano. Sólo el dedo índice se aísla de los otros cuatro y se levanta, erguido, justo en el medio de su frente, entre ceja y ceja. El ceño se arruga más de lo habitual y más allá de las marcas características de su ancha frente, aquella que, en la cima, alberga ese pelo gris oscuro, abundante y prolijo.
Hay algo que lo perturba. Su mortalidad se presentó, insolente, al borde de los 80.
El traje es verde oliva, como casi siempre. Las pecas, que inundan aquella mano sostenedora y salpican ese rostro lleno de historia, delatan los años. Los párpados cerrados, casi comprimidos, acentúan las bolsas debajo de sus ojos. Barba y bigote se hacen una y se confunden con la cabellera. No logro imaginarlo sin ellas. No hay Fidel sin barba, sin habano. No hay Fidel sin certezas. No hay Fidel a medias.
miércoles, 29 de septiembre de 2010
Cortame las puntas
Aunque alguna vez suelo caer en la inefable costumbre de generalizar, esta vez no lo haré: No todas gozamos del supuesto placer de pisar una peluquería.
Conozco mujeres que detestan el sólo hecho de poner un pie en estos templos repletos de secadores, planchitas, peines y tijeras; inmersos en una constante atmósfera de tinturas, baños de crema y ampollitas (N. de la R: dícese de un producto capilar que deja el cabello sedoso y lindo, muy lindo). Mujeres que, incluso, prefieren cruzar de vereda, antes de pasar por la puerta de una peluquería.
miércoles, 22 de septiembre de 2010
La indiferencia también viaja en tren
Cuando usted viaja regularmente en un mismo medio de transporte y hacia un mismo destino, la cosa se vuelve monótona, rutinaria y hasta agotadora. Y más aún si el paisaje que lo rodea los 20, 35 o 50 minutos de viaje no presenta más cambios que de pasto a vías, de vías a pasto y así sucesivamente.
Por cuestiones que no vienen al caso detallar, suelo subir al Roca en Luis Guillón y me bajo en Lomas de Zamora. Tan sólo una vez por semana llego a hasta Constitución. Y sobre estos viajes semanales es que voy a hablarle. O, mejor, sobre uno en particular.