Miedos, amores, amigos, rencores, heridas, caricias, espejos, charlas, misterios, matices, mates, cigarrillos, fresias, chocolates, cuerdas flojas, histeria, mil lágrimas, sonrisas, esperas, teléfonos, arrepentimientos, gritos, fiesta, daiquiris, suspiros, sorpresas, mails, espacio, incertidumbre, límites, angustia, placer, egoísmo, soberbia, impotencia, Benedetti, salidas, experiencias, éxitos, fracasos, Cortázar, Galeano, música, melodías, cerveza, café, castigos, libertad, soledad, reconocimientos, lunas y soles, los domingos de siempre, mentiras, sueños, finales, pesadillas, cambios, Arlt, despertadores, consejos, traiciones, carcajadas, desilusiones, esperanzas, caminos, opuestos, miradas, Cien años de soledad, costumbre, tormentas, abrazos, dolores, nacimientos, rupturas, abismos, puertas, candados, almuerzos, proyectos, viajes, silencios, mensajes, olvidos, carencias, paciencia, calma, sombras, peleas, manos, esfuerzo, todo y nada. Más y menos. Menos de lo mismo.

miércoles, 6 de octubre de 2010

La voluntad fugaz

(Publicado en La Tercera, el 6/10/2010)
Ahora que la Primavera llegó (pero que llegó de veras, con soles brillantes y cielos celestes que bien lo confirman), vuelven los personajes que el invierno tenía agazapados en sus casas, en sus oficinas o vaya uno a saber dónde. Se multiplican, como hormiguitas trabajosas que van y vienen, corren, caminan, andan en bicicleta y pagan su cuota mensual en gimnasios atestados de otros que, como ellos, parecen querer ganarle al tiempo y recuperar todo lo que no hicieron durante el año. 
    Porque –dejemos la sonsera romántica de lado- la Primavera es sólo una muestra más de que el Verano está cerca. Muy cerca. Usted lo sabe. Y  ellos, fatídicamente, también. Por eso los gimnasios del centro (de Monte Grande, de Lomas, de Adrogué), apiñan voluntades multiplicadas por las infaltables paredes espejadas, que insisten en demostrarle a uno que en 3 meses mucho no se puede hacer con lo que natura dio y 9 meses de sedentarismo agrandaron. 

lunes, 4 de octubre de 2010

Retrato

Está desconcertado. Cien ideas giran en su cabeza y ninguna parece certera. Cerró los ojos y se puso a pensar. ¿O a dudar?
 Apoyó el codo sobre la mesa y el mentón sobre su mano. Sólo el dedo índice se aísla de los otros cuatro y se levanta, erguido, justo en el medio de su frente, entre ceja y ceja. El ceño se arruga más de lo habitual y más allá de las marcas características de su ancha frente, aquella que, en la cima, alberga ese pelo gris oscuro, abundante y prolijo.
 Hay algo que lo perturba. Su mortalidad se presentó, insolente, al borde de los 80.
 El traje es verde oliva, como casi siempre. Las pecas, que inundan aquella mano sostenedora y salpican ese rostro lleno de historia, delatan los años. Los párpados cerrados, casi comprimidos, acentúan las bolsas debajo de sus ojos. Barba y bigote se hacen una y se confunden con la cabellera. No logro imaginarlo sin ellas. No hay Fidel sin barba, sin habano. No hay Fidel sin certezas. No hay Fidel a medias.

miércoles, 29 de septiembre de 2010

Cortame las puntas

(Publicado en La Tercera, el 29/09/10) 
Existe un mito fuertemente instalado en la idiosincrasia masculina. Resulta que a las mujeres nos encanta ir a la peluquería. Resulta que es fascinante para nosotras tardar más de una hora en un lugar en el que los hombres no tardan más de 15 minutos.
 Aunque alguna vez suelo caer en la inefable costumbre de generalizar, esta vez no lo haré: No todas gozamos del supuesto placer de pisar una peluquería.
 Conozco mujeres que detestan el sólo hecho de poner un pie en estos templos repletos de secadores, planchitas, peines y tijeras; inmersos en una constante atmósfera de tinturas, baños de crema y ampollitas (N. de la R: dícese de un producto capilar que deja el cabello sedoso y lindo, muy lindo). Mujeres que, incluso,  prefieren cruzar de vereda, antes de pasar por la puerta de una peluquería.

miércoles, 22 de septiembre de 2010

La indiferencia también viaja en tren

(Publicada en el diario La Tercera, el 22/09/2010)
Cuando usted viaja regularmente en un mismo medio de transporte y hacia un mismo destino, la cosa se vuelve monótona, rutinaria y hasta agotadora. Y más aún si el paisaje que lo rodea los 20, 35 o 50 minutos de viaje no presenta más cambios que de pasto a vías, de vías a pasto y así sucesivamente.   
  Por cuestiones que no vienen al caso detallar, suelo subir al Roca en Luis Guillón y me bajo en Lomas de Zamora. Tan sólo una vez por semana llego a hasta Constitución. Y sobre estos viajes semanales es que voy a hablarle. O, mejor, sobre uno en particular. 

miércoles, 15 de septiembre de 2010

Las cosas por su nombre

(Columna publicada en el diario La Tercera, el 15/09/10)

Bastante alejada de mi entendimiento está la comprensión del dicho “Es un trámite”. Uno dice: “No te hagas problema, es un trámite” y/o “Ni te calentés, es un trámite”. ¿Qué supone, en estos casos, que la situación en cuestión sea un “trámite”? Que es algo rápido, sin complicaciones, que no va a llevarle a usted mucho tiempo ni esfuerzo. De ahí el “No te hagas problema” o el “Ni te calentés”.
            ¿Qué decimos cuando algo no será un “trámite” sino lo opuesto?: “Es (o fue) un parto”. Frase en general compañera del “No sabés”. A saber: “Fue un parto, no sabés…”. Y usted coincidirá conmigo si le digo que uno utiliza tal expresión para ilustrar la dificultad de una situación vivida con dolorosa lentitud. No conozco madre que haya negado lo doloroso y difícil de un parto. A todas, aunque sea un poco, les duele. Justificadas las frases, diremos que “trámite” y “parto” son dos categorías colectivamente aceptadas para definir estos extremos.