Miedos, amores, amigos, rencores, heridas, caricias, espejos, charlas, misterios, matices, mates, cigarrillos, fresias, chocolates, cuerdas flojas, histeria, mil lágrimas, sonrisas, esperas, teléfonos, arrepentimientos, gritos, fiesta, daiquiris, suspiros, sorpresas, mails, espacio, incertidumbre, límites, angustia, placer, egoísmo, soberbia, impotencia, Benedetti, salidas, experiencias, éxitos, fracasos, Cortázar, Galeano, música, melodías, cerveza, café, castigos, libertad, soledad, reconocimientos, lunas y soles, los domingos de siempre, mentiras, sueños, finales, pesadillas, cambios, Arlt, despertadores, consejos, traiciones, carcajadas, desilusiones, esperanzas, caminos, opuestos, miradas, Cien años de soledad, costumbre, tormentas, abrazos, dolores, nacimientos, rupturas, abismos, puertas, candados, almuerzos, proyectos, viajes, silencios, mensajes, olvidos, carencias, paciencia, calma, sombras, peleas, manos, esfuerzo, todo y nada. Más y menos. Menos de lo mismo.

miércoles, 23 de marzo de 2011

Tal vez muerta

No lo viví, es cierto. Pero de haberlo hecho, tal vez, hoy no tendría la oportunidad de contarlo. Por rebelde, luchadora, zurda, estudiante, periodista, altanera, caprichosa, subversiva e idealista. Por amor, por ganas de dejar un país mejor, por indignación, por cansancio, por compañerismo y hasta patriotismo.   

miércoles, 16 de marzo de 2011

Del talento insoslayable

(Publicado en La Tercera, el 16/03/11)
La inmensidad de los sonidos de Plaza Constitución suele ser ajena a mí. No podría describir una sola de aquellas resonancias. No es que no las recuerde, sino que, por elección, no las escucho. Para algo se inventaron los pequeños reproductores de mp3 y sus salvadores auriculares. Por supuesto que hay excepciones. Usted tendrá presente a la muchacha que vende flores, a la salida de la estación de Monte Grande. Un grito agudo, perfectamente perturbador sobrepasa cualquier sonido de auricular. “Dos pesos el ramo”, dice, con cierto tomo amenazador, mientras uno sube los escalones que lo alejan de las vías, las boleterías y los vendedores ambulantes, y se prepara para cruzar la calle que (hace poco me enteré) se llama Luis Guillón. Lo fatal radica en que es imposible esquivarla.

jueves, 3 de marzo de 2011

Los amores cobardes

“Incluso en estos tiempos
en los que soy feliz de otra manera,
todos los días tienen ese instante
en que me jugaría la primavera
por tenerte delante.” (Joaquín Sabina)
Por algún motivo que aún hoy, después de tantos meses, desconoce, la dejó ir.
    Se quedó mirándola por un largo rato, hasta que esa silueta pequeña y conocida hasta el hartazgo por él se perdió entre las otras siluetas desconocidas y entonces no vio más que rostros ajenos a su inquietante y repentino malestar. La había dejado ir. Era todo.
    Sentado en el banco de la plaza, se quedó inmóvil. Con el codo derecho apoyado en una de sus piernas y el mentón sobre la palma de su mano, sólo atinó a levantar la vista y observar por un minuto eterno el apelotonado bollo de nubes espantosamente grises que se agrandaba a un ritmo acelerado.