A pasar las Fiestas (y no amargarse en el intento)

(Publicado en Diario Urbano)-. En solidaridad con el ánimo cabizbajo de aquellos compatriotas que carecen del entusiasmo navideño, me permití puntear una serie de consejos para pasarla mejor que peor, enmarcados en el lema “Dejate llevar”.

   Que las fechas venideras sean llamadas por el común de la gente “Fiestas” siempre me hizo un poco de ruido. Ese intento (logrado, por cierto) de utilizar, de manera deliberada, un término absolutamente amplio para referirse a cuatro días locos, me supera. 

   Aspectos lingüísticos al margen, se vienen las Fiestas, nomás (si, en determinados niveles inofensivos, hay que amoldarse y ser parte del rebaño). Y, tal como el invierno, hay que pasarlas. 

   Para la mayoría de la gente, el objetivo es pasarla bien. No importa demasiado el Niño Jesús, la Virgen María y, después de los 18 años –promedio- ni siquiera importa Papá Noel. Hay que comer de manera consecutiva (con un parate obligado entre el 26 y el 30 diciembre) sin asco. Pollo, matambre, ensalada rusa, almendras, nueces, pan dulce, sanguchitos de miga, helado, ensalada de frutas, vitel toné… y la lista puede extenderse al infinito. Sin asco. Con el alcohol, lo mismo: vino (en todas sus variantes), cerveza, sidra, strawberry, ananá fizz, champagne, whisky, fernet… 

   Hay una creciente minoría, sin embargo, que no tiene siquiera una pizca de ese deseo por “pasarla bien” y manifiesta un incontrolable odio por este cúmulo de tradiciones, festejos y demás. A ellos, a los que no se bancan el advenimiento de la juntada familiera, el repentino amor por absolutamente todo ser vivo (por el sólo hecho de que es Navidad) ni el engancharse en el trencito con una tía pasada de copas, a todos ellos, van una serie de humildes sugerencias, bajo la premisa de dejarse llevar por el espíritu jocosamente fiestero.

1) No reniegues del tío chistoso. Escuchalo, reíte de sus chistes repetidos y festejale alguno en particular con aplauso incluído y tres golpecitos finales sobre la mesa con la mano extendida.

2) Después de las 12, no discutas innecesariamente y cambiate la tanguita por la bombacha rosa que te trajo la abuela. Nadie nunca podrá decirte el significado real de esta tradición, pero pone contenta a las mayores de la familia que corren al baño ni bien tocan las 12.

3) Bajo ningún punto de vista abras un regalo antes de las 12 del 24. Un sin fin de desgracias caerán sobre ti y, si esperabas un par de zapatillas, te encontrarás con un cd de Arjona. En serio, no se jode con esto.

4) Por más que los vecinos ya hayan brindado y el cielo esté cubierto de fuegos artificiales, no se te ocurra levantar la copa antes de que tu familia decrete que ya son las 12. Todas las familias brindan tarde. Jamás cronometran los relojes y siempre, mientras esperan los “pitidos” de la radio, alguno grita: “Pero ya son las 12, viejo!”.

5) Las nueces peladas no son lo mismo. Además de ser más caras, no tienen la emoción de tener que golpearlas con el culo de la botella de sidra. Disfrutá de pedirle a alguna tía que te rompa alguna para vos. Vas a hacerla feliz.

6) El vitel toné es vitel toné. Punto. No se pregunta nada más. No querés saber de qué y cómo está hecho. En serio.

7) Bailá un poco con las tías. No te cuesta nada. Quien te dice, por ahí hasta terminás divirtiéndote vos también.

8) Y, por último, para los solteros: ignorá absolutamente todo comentario y/o pregunta sobre tu estado civil. Como respuesta a los “para cuándo”, un chin chin y felices fiestas. Y que te sigan envidiando.

Hay que pasarlas. No hay manera de esquivarlas. Llegan, invaden, hacen algo de bochinche y ya. Uno se despierta y ya es otro año. Y los chicos que crecen y los perros que nos odian por la innecesaria pirotecnia y los papás que se emocionan cuando brindan. Y vos que cada año te pesa un poco más. Y la música bien fuerte. Y un deseo, uno solito, que te guardás para vos solo. Y ojalá que se te cumpla. Y vení, dame un abrazo. Y salud!