Sucede que el tiempo es una enorme, inmensa paradoja en la que un día puede ser eterno y tediosamente vacío y el siguiente, una incansable vorágine de figuras que se multiplican al aparente infinito.
Sucede que el ánimo a veces envuelve todo lo demás y uno es sólo una abstracción incapaz de materializarse en nada.
Sucede que el ánimo a veces envuelve todo lo demás y uno es sólo una abstracción incapaz de materializarse en nada.
Sucede que, a fin de cuentas, los días se caen en el precipicio de ese tiempo. Y ya no es posible volver a ellos.
Sucede que la memoria es un cajón sin fondo que va tiñendo cada recuerdo de un gris opaco y ceniciento.
Sucede que también hay reglas y alguien olvidó leerlas.
Sucede el otoño, los domingos, la espera.
Sucede a cada momento y pocas veces nos damos cuenta.
Sucede que la memoria es un cajón sin fondo que va tiñendo cada recuerdo de un gris opaco y ceniciento.
Sucede que también hay reglas y alguien olvidó leerlas.
Sucede el otoño, los domingos, la espera.
Sucede a cada momento y pocas veces nos damos cuenta.
Sucede el otoño y dentro de un rato, no más, un invierno. El tiempo va a pintar con su paso todo lo demás. Puedo twittear este post?
ResponderEliminarPuede.
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