La duda la alcanzó en el preciso instante en que empezaba a sentirse plena. En la mitad de su vida. O quién sabe si fue justo en la mitad.
¿Y si la vida fuera algo más que esto? Trató, en vano, de alejarla. Sólo consiguió transformarla, acrecentarla, empaparla de dudas viejas y llenas de polvo que alguna vez habían ocupado su mente adolescente. Pero en aquel entonces, las había empujado despreocupadamente hacia delante. Hacia el futuro. Un futuro que ahora, con un disfraz opaco de presente, la observaba sin titubeos y con un dejo casi juvenil de impertinencia.
¿Y si la vida fuera más que vivir con la despreocupación de la irresponsabilidad, fumar, tomar vino tinto, leer y escribir ad infinitum? ¿Y si fuera más que caminar con la soltura de antes. Sentir el viento fresco, intenso, sobre el rostro iluminado y acariciar con los pies la aspereza del asfalto y el cosquilleo del césped recién cortado. Hablar horas sobre ridiculeces y reírse hasta que duela? ¿Y si había algo más que opinar sobre política, cultura y deportes. Y escucharse. Y escucharlo Ver películas, con muchos pochoclos y que exista una sala para fumadores. Hacer el amor con mucho amor, pero también tener mucho sexo con casi nada de amor. Y despertarse y que esté ahí, aunque sea de vez en cuando. Y mirarlo y que te mire. Y encontrarse. Y jugar y pelearse y arreglarse. Y reírse. Y esperar y putear y perdonarse? ¿Y si no bastaba con confiar y escuchar música, mucha música? ¿Y si importara si está bien o si está mal, si los demás lo aprueban o no. Si me quiere igual o diferente? Qué importan las diferencias, si lo que hacen es agrandar las coincidencias. ¿Y si hay algo más allá de besarse como si fuera siempre el primer beso. O el segundo, o el cuarto, no importa cuál, el que más te haya gustado. Y expresarse. Sentirse libre, aún (y sobre todo) cuando nos sentimos totalmente atados por el sentimiento. Dormir abrazados. Sentirlo cerca. Estar en silencio y que no incomode. Sentirse especial, sorprender y que te sorprendan. Y reírse… hasta que duela? ¿Y si la felicidad era otra cosa? ¿Y si más allá estaba la seguridad de sentirse querida, comprendida, escuchada, halagada, recordada, acompañada y amada para toda la vida?
Pensó que la vida era, por definición, riesgo. Y que los que se autoproclaman absolutamente seguros de sus decisiones, sus trabajos en blanco, sus pasos, sus planes y el rumbo que siguen sus vidas tal vez no estaban dispuestos a reconocer que la inseguridad siempre, en un rincón, en la otra cuadra, en la oficina de al lado o en sus propias casas, inexorablemente, los va a atrapar.
Levantó la vista y el futuro seguía ahí, con su mirada fija en ella. Y supo que no había disfraz. Supo que ese, con su impertinencia intacta, era el presente.
muy bueno... gracias por los textos!!
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