Miedos, amores, amigos, rencores, heridas, caricias, espejos, charlas, misterios, matices, mates, cigarrillos, fresias, chocolates, cuerdas flojas, histeria, mil lágrimas, sonrisas, esperas, teléfonos, arrepentimientos, gritos, fiesta, daiquiris, suspiros, sorpresas, mails, espacio, incertidumbre, límites, angustia, placer, egoísmo, soberbia, impotencia, Benedetti, salidas, experiencias, éxitos, fracasos, Cortázar, Galeano, música, melodías, cerveza, café, castigos, libertad, soledad, reconocimientos, lunas y soles, los domingos de siempre, mentiras, sueños, finales, pesadillas, cambios, Arlt, despertadores, consejos, traiciones, carcajadas, desilusiones, esperanzas, caminos, opuestos, miradas, Cien años de soledad, costumbre, tormentas, abrazos, dolores, nacimientos, rupturas, abismos, puertas, candados, almuerzos, proyectos, viajes, silencios, mensajes, olvidos, carencias, paciencia, calma, sombras, peleas, manos, esfuerzo, todo y nada. Más y menos. Menos de lo mismo.

martes, 28 de diciembre de 2010

Un buen nombre

A Mariana le hubiese gustado llamarse Camila. No tenía nada concreto para decir contra el nombre que había elegido para ella su tía Cecilia, pero Camila hubiese sido uno mucho mejor.
   Tal vez, era justamente eso lo que la inquietaba: el no tener nada para decir respecto a por qué se llamaba Mariana.

jueves, 23 de diciembre de 2010

Borrón y cuenta nueva

¿Viste cuando los recuerdos empiezan a borronearse? Como en un cuadro sorprendido por la humedad, las imágenes se vuelven confusas, mucho más lejanas en tiempo y espacio de lo que realmente son.
     ¿Viste cuando los rostros, los abrazos, los besos, las risas, los lugares, los momentos se escabullen, se mezclan en una densa bruma y comienzan a perder nitidez? Como en un viejo casette de video, la cinta desgastada se torna más clara, se arruga y ya nada volverá a verse como en los primeros tiempos.

miércoles, 8 de diciembre de 2010

¿A dónde iremos a parar?

Publicado en "La tercera", el 8/12/10
El señor de camisa a cuadros y pantalones pinzados claritos me hizo una seña para que me sentara en un asiento que yo no había llegado a ver porque, a esa hora, en el tren y con destino a Constitución, no esperaba encontrar lugar. Así que agradecí y me acomodé a su lado, ante las miradas envidiosas de más de uno. Porque, si, la envidia existe. Y a veces es tan pobretona que aflora en situaciones en las que lo único que usted puede envidiarle al otro es la comodidad momentánea.

martes, 7 de diciembre de 2010

Cárceles

Había algo en la densa atmósfera que la perturbaba. Algo que era más que un sonido, más que una vaga sensación, más que una simple percepción. Había algo ahí, justamente ahí, que no alcanzaba a descifrar. Ni siquiera sabía si era parte de ella o de los otros.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

Bien, gracias.

Publicado en La Tercera, el 1/12/10

A veces por costumbre, otras por tonta cortesía y algunas otras por inercia (que es aún peor que la simple costumbre) usted habrá notado que uno siempre acompaña el “Hola” con una pregunta que apunta al estado de ánimo general de su interlocutor. A saber: “¿Cómo estás?”, “¿Cómo te va?”, “¿Qué tal?” y/o alguna otra variante equívoca como el clásico “¿Qué hacés?”. Y digo equívoca, porque, por lo general, uno no intenta curiosear sobre qué acción está llevando a cabo ese otro, sino que esta frase se vuelve torpemente sinónimo de las anteriores. 

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Una que sepamos todos

(Publicado en La Tercera, el 24/11/10)

Poco importa la extensión del viaje. Menos aún si la compañía es una persona, un libro apasionante, un denso e interminable apunte de la facultad o dos ínfimos auriculares. En cualquiera de los casos, la insolente música ajena rebalsará el ambiente con la despreocupación de siempre.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Vidas prestadas

Publicado en La Tercera, el 17/11/10
Si Karl Marx viviera y viajara en el Roca, seguramente encontraría el mejor cuadro para ilustrar uno de sus clásicos conceptos. Con sólo observar los rostros inertes, las posturas y los silencios sordos de los transeúntes, habría dicho: “Muchachos, he aquí la alienación”. Es exactamente en algún vagón de tren donde el ser humano está despojado de si mismo y es (existe) sólo como uno más de los cientos de viajantes que cada mañana se inmiscuye en ese amasijo de cuerpos pegados entre si.

martes, 16 de noviembre de 2010

Borbotones

Se caen a borbotones las palabras. Se desparraman por el imponente laberinto de sentidos que acuna el vacío indescriptible de ya no ser, de ya no estar.
   Que se queden ahí, que se pierdan entre muchas otras. Que me dejen en paz. Que no vuelvan. Que las que vengan ahora… sean otras.

lunes, 8 de noviembre de 2010

Vivir

Es preciso mantener la calma y no esperar –jamás- nada del otro. Es preciso ser fuerte y firme, abrazarse al presente y olvidar lo que lastima del pasado. Es preciso ser coherente con las decisiones que tomamos. Es preciso hacerse cargo.
 Es preciso caminar más, salir al sol y que el viento nos acaricie la cara. Es preciso querer hasta que duela… porque si el amor no es eso ¿entonces qué es? Es preciso estar despierto e intentar no perderse nada, absolutamente nada. Es preciso confiar. Es preciso probar y saber en qué momento exacto dejó de ser una prueba. Es preciso ser valiente y alejarse de los cobardes.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

Si éste no es el Pueblo...

(Publicado en La Tercera, el 3/11/2010)
Iba caminando en dirección a la Casa Rosada. No sabría decir por cual de las calles, porque yo sólo seguía al tumulto y ese tumulto dio tantas vueltas para ver por dónde lo dejaban pasar, que perdí el sentido de la ubicación, en el medio de tantas caras, tantos carteles, banderas, hombres, mujeres, niños y jóvenes, muchos jóvenes.
   “Vas a tener de qué escribir”, me dijo una voz asomándose por mi hombro. Y ahí caí. Porque, hasta ese momento, caminaba por inercia. No terminaba de caer, de entender. Estaba en medio de una incontable multitud de gente y era lo más parecido a los festejos por el Bicentenario. Parecía que estaba todo el Pueblo ahí (el Pueblo así, con mayúsculas), desbordando la Plaza de Mayo. La diferencia era el clima. Una mezcla de euforia y tristeza. De angustia y esperanza. Eso es lo que pude ver en cada uno de los rostros que me crucé. Y no me crucé pocos.

lunes, 1 de noviembre de 2010

Me parece

Me parece que ya no me quiero como antes. Si es que alguna vez me quise de veras. Me parece que olvidé las cosas que más me gustaban de mí. Me parece que abandoné las ganas de mirarme, de admirarme. Me parece que empecé a sentir otras cosas por mi. Y no me gusta lo que siento. 

  Me parece que añoro la inocencia, lo intempestivo de la inocencia. Me parece que ya no quiero saber tanto. Y prefiero olvidar más.
 
Me parece que ya no digo todo lo que siento. Me parece que tengo filtros, estúpidos filtros que me traban, me ahogan. Me parece que alucino, invento, tergiverso. 

martes, 26 de octubre de 2010

Inventario

  Una casa (que no es mía), una tele, un dvd y libros, muchos libros. Música enlatada, cd's y un equipo de los grandes, que me regalaron cuando cumplí los 15. Una compu, una impresora, una mesa y seis sillas. Siete. Pero hay una que no es del juego. Un sommier y tres juegos de sábanas. Un acolchado de invierno y otro de verano. Cortinas. Algunos cuadros con dibujos que inmortalizan a Cortázar, García Márquez y Benedetti. Tres juegos de llaves. Fotos. Muchas fotos.
  Una carrera terminada, alguna pasión abandonada y una especialización casi por terminar. Dos trabajos. Y una colaboración semanal en un diario. Algo más de confianza que hace un tiempo y varios (muchos) años de terapia.

miércoles, 20 de octubre de 2010

Cinco minutos de fama

  (Publicada en La Tercera, el 20/10/10)
  Ya lo decía William Shakespeare, hace unos 5 siglos atrás, en la voz de su trágico e inmortal Hamlet: Ser o no ser. 
   La breve pero, a su vez, literaria y académica introducción viene a cuento de que días atrás me topé con una situación que me hizo reflexionar sobre este concepto del Ser. Y de cómo las sociedades, las épocas y hasta los medios de comunicación lo van mutando.
   Situación: Presentación de un libro sobre la historia de Lomas de Zamora. Lugar: Escuela primaria en San José, Temperley. Contexto general: Unos 20 niños de entre 10 y 12 años simulando que escuchan. Otros 50, despreocupados y sin ganas de simular, siquiera.  
   Fin de la actividad. Se sortean libros, por lo que los ganadores pasan al frente, reciben el premio e, inmediatamente, le piden al autor que se los firme. Quienes se quedaron con las manos vacías, para no ser menos, arrancan una hoja de sus cuadernos y buscan su autógrafo.

lunes, 18 de octubre de 2010

Algo más

   Si es lo último que se pierde, entonces ya no hay nada. No hay más nada. No hay más ganas, no hay más fuerzas, no hay más culpa, no hay más lucha, no hay más lunas, no hay más soles, no hay más voces ni consuelos. No hay más risas, no hay más llantos, no hay más lágrimas. No hay más letras, no hay más estrellas, no hay más nada. No hay más sueños, no hay más ratos, no hay más calma. No hay que ganar ni perder, hay que rendirse.
  Y allá, en el fondo -ese fondo que tantas veces imaginamos pero jamás dimensionamos- el vacío. El vacío como un grito ahogado que desgarra la garganta. La vigilia de los otros, los que aún no se rindieron.
   Y una luz tenue, casi imperceptible. Que se agranda si nos acercamos, que se achica, allá, a lo lejos. Un paso más, entonces. Y que todo se transforme. Y que nada nos asuste. Y que el viento nos despeine. Y que sea sólo un sueño.   

miércoles, 13 de octubre de 2010

La mala educación

(Publicado en el diario La Tercera, el 13/10/10)
Muchas veces me encuentro a mi misma corrigiéndome en ciertos dichos, lugares comunes que uno utiliza en el lenguaje cotidiano. Y, al trabajar con las palabras (porque con ellas trabajamos los periodistas, y no con mucho más que eso, por si usted no estaba enterado), me veo enviciada a editarme constantemente. Así, el usual “sos un maleducado”, se transforma en “sos un mal aprendido”, por la necesaria aclaración de que los padres seguramente no tengan culpa alguna de la actitud que causó el calificativo. Los padres lo educaron bien, pero él aprendió mal. Suena contradictorio y, sin embargo, no existe una explicación más lógica.

miércoles, 6 de octubre de 2010

La voluntad fugaz

(Publicado en La Tercera, el 6/10/2010)
Ahora que la Primavera llegó (pero que llegó de veras, con soles brillantes y cielos celestes que bien lo confirman), vuelven los personajes que el invierno tenía agazapados en sus casas, en sus oficinas o vaya uno a saber dónde. Se multiplican, como hormiguitas trabajosas que van y vienen, corren, caminan, andan en bicicleta y pagan su cuota mensual en gimnasios atestados de otros que, como ellos, parecen querer ganarle al tiempo y recuperar todo lo que no hicieron durante el año. 
    Porque –dejemos la sonsera romántica de lado- la Primavera es sólo una muestra más de que el Verano está cerca. Muy cerca. Usted lo sabe. Y  ellos, fatídicamente, también. Por eso los gimnasios del centro (de Monte Grande, de Lomas, de Adrogué), apiñan voluntades multiplicadas por las infaltables paredes espejadas, que insisten en demostrarle a uno que en 3 meses mucho no se puede hacer con lo que natura dio y 9 meses de sedentarismo agrandaron. 

lunes, 4 de octubre de 2010

Retrato

Está desconcertado. Cien ideas giran en su cabeza y ninguna parece certera. Cerró los ojos y se puso a pensar. ¿O a dudar?
 Apoyó el codo sobre la mesa y el mentón sobre su mano. Sólo el dedo índice se aísla de los otros cuatro y se levanta, erguido, justo en el medio de su frente, entre ceja y ceja. El ceño se arruga más de lo habitual y más allá de las marcas características de su ancha frente, aquella que, en la cima, alberga ese pelo gris oscuro, abundante y prolijo.
 Hay algo que lo perturba. Su mortalidad se presentó, insolente, al borde de los 80.
 El traje es verde oliva, como casi siempre. Las pecas, que inundan aquella mano sostenedora y salpican ese rostro lleno de historia, delatan los años. Los párpados cerrados, casi comprimidos, acentúan las bolsas debajo de sus ojos. Barba y bigote se hacen una y se confunden con la cabellera. No logro imaginarlo sin ellas. No hay Fidel sin barba, sin habano. No hay Fidel sin certezas. No hay Fidel a medias.

miércoles, 29 de septiembre de 2010

Cortame las puntas

(Publicado en La Tercera, el 29/09/10) 
Existe un mito fuertemente instalado en la idiosincrasia masculina. Resulta que a las mujeres nos encanta ir a la peluquería. Resulta que es fascinante para nosotras tardar más de una hora en un lugar en el que los hombres no tardan más de 15 minutos.
 Aunque alguna vez suelo caer en la inefable costumbre de generalizar, esta vez no lo haré: No todas gozamos del supuesto placer de pisar una peluquería.
 Conozco mujeres que detestan el sólo hecho de poner un pie en estos templos repletos de secadores, planchitas, peines y tijeras; inmersos en una constante atmósfera de tinturas, baños de crema y ampollitas (N. de la R: dícese de un producto capilar que deja el cabello sedoso y lindo, muy lindo). Mujeres que, incluso,  prefieren cruzar de vereda, antes de pasar por la puerta de una peluquería.

miércoles, 22 de septiembre de 2010

La indiferencia también viaja en tren

(Publicada en el diario La Tercera, el 22/09/2010)
Cuando usted viaja regularmente en un mismo medio de transporte y hacia un mismo destino, la cosa se vuelve monótona, rutinaria y hasta agotadora. Y más aún si el paisaje que lo rodea los 20, 35 o 50 minutos de viaje no presenta más cambios que de pasto a vías, de vías a pasto y así sucesivamente.   
  Por cuestiones que no vienen al caso detallar, suelo subir al Roca en Luis Guillón y me bajo en Lomas de Zamora. Tan sólo una vez por semana llego a hasta Constitución. Y sobre estos viajes semanales es que voy a hablarle. O, mejor, sobre uno en particular. 

miércoles, 15 de septiembre de 2010

Las cosas por su nombre

(Columna publicada en el diario La Tercera, el 15/09/10)

Bastante alejada de mi entendimiento está la comprensión del dicho “Es un trámite”. Uno dice: “No te hagas problema, es un trámite” y/o “Ni te calentés, es un trámite”. ¿Qué supone, en estos casos, que la situación en cuestión sea un “trámite”? Que es algo rápido, sin complicaciones, que no va a llevarle a usted mucho tiempo ni esfuerzo. De ahí el “No te hagas problema” o el “Ni te calentés”.
            ¿Qué decimos cuando algo no será un “trámite” sino lo opuesto?: “Es (o fue) un parto”. Frase en general compañera del “No sabés”. A saber: “Fue un parto, no sabés…”. Y usted coincidirá conmigo si le digo que uno utiliza tal expresión para ilustrar la dificultad de una situación vivida con dolorosa lentitud. No conozco madre que haya negado lo doloroso y difícil de un parto. A todas, aunque sea un poco, les duele. Justificadas las frases, diremos que “trámite” y “parto” son dos categorías colectivamente aceptadas para definir estos extremos.

jueves, 26 de agosto de 2010

Todos los cuentos, el cuento

En el 96º Aniversario de su nacimiento, un texto que escribí hace unos años y que intentaba ser una crítica de "Bestiario".

   De los ocho cuentos que compila “Bestiario”, Casa Tomada es, quizá, el más controvertido, por el fuerte contenido político-ideológico que muchos creyeron ver, cuando rastrearon los orígenes de este relato que -como cualquiera escrito por Julio Cortázar- presta a la doble y hasta triple interpretación. La historia simple de dos hermanos que habitan una inmensa casona se torna, cuanto menos, incómoda. La relación entre ellos es incómoda. Los personajes son irritantes y la casa, cuidadosa y perfectamente descripta, se vuelve la protagonista. El hecho de que Cortázar se haya exiliado durante el primer gobierno de Perón y, desde allí, haya escrito Casa tomada, generó la fantasía de que el cuento era una clara alusión al advenimiento del peronismo.

domingo, 15 de agosto de 2010

Inexorable

Uno de los estados que más debe inquietarme es, definitivamente, el de la espera. Y dándole vueltas al tema, llegué a la conclusión de que, paradójicamente, uno pasa (¿pierde?) gran parte de su vida esperando. Desde las cosas más cotidianas, superfluas e insignificantes, hasta las más excepcionales, necesarias y trascendentales. El detalle es que uno no es conciente de ello, excepto en los casos en que esa sensación, que bien podría denominarse “incertidumbre”, nos abruma.

sábado, 14 de agosto de 2010

Sin disfraz

La duda la alcanzó en el preciso instante en que empezaba a sentirse plena. En la mitad de su vida. O quién sabe si fue justo en la mitad. ¿Y si la vida fuera algo más que esto? Trató, en vano, de alejarla. Sólo consiguió transformarla, acrecentarla, empaparla de dudas viejas y llenas de polvo que alguna vez habían ocupado su mente adolescente. Pero en aquel entonces, las había empujado despreocupadamente hacia delante. Hacia el futuro. Un futuro que ahora, con un disfraz opaco de presente, la observaba sin titubeos y con un dejo casi juvenil de impertinencia.

Estar

La noticia la recibí en el lugar equivocado. Quizá tampoco era el momento… pero, pensándolo mejor: ¿cuál hubiera sido el momento? Nunca debería haber existido ese momento. Pero existió.
   A cientos de kilómetros de donde Nicolás había dejado de ser, recibí el llamado que nunca hubiera querido recibir. Con la noticia que nunca hubiera querido escuchar. No estaba sola. Estaba con mi compañera de andanzas periodísticas, a la que acababa de conocer. Y a la que, minutos antes, le había hablado, paradójicamente, de Nicolás. La frase en el teléfono, fue clara: Murió Nico. Un verbo conjugado en pasado, pero en un pasado reciente. Un pasado de minutos, o quizá horas, pocas horas. Y un nombre propio: Nico. Dos palabras que no terminaba de asociar. Que se repetían una y otra vez en mi mente como si las volviera a escuchar con el mismo tono de voz, acongojado y confundido, del que me estaba dando la noticia. El resto, fue silencio. Desconcierto. No llegaba a ser angustia, porque no parecía real aún. E imágenes. Cientos de imágenes. La verdadera angustia, las lágrimas, el desconsuelo… llegarían después, ya en Buenos Aires, cuando las dos palabras se materializaron en una sola imagen: el nombre y apellido de Nicolás en esa cartelera lúgubre que exponen las casas de velatorios.

Nunca se sabe

Lo mejor, siempre, es esperar un poco. Nunca hay que contestar al instante. Y esto me lo dijo un hombre, eh. Lo que no me dijo (y yo, evidentemente, me olvidé de preguntar) es cuánto es un poco. ¿10 minutos? ¿15? ¿Media hora?. Se lo contesto ahora y punto. ¿Y qué le pongo?. “Ok”, estaría bien. No, es muy seco, muy de compañeros que se encuentran al otro día para ir juntos al trabajo. Le pongo “Si”, pero sin signos de admiración, porque es demasiado entusiasmo para la primera vez. Pero “si” sólo, no. “Si, dale”, queda canchero, como superada, como que estoy acostumbrada a que me inviten a salir y no estaba esperándolo a él. “Si, dale, adónde nos encontramos?”. O podría proponer yo el lugar, para que sepa que soy una mina decidida. Que tengo el control. Y para estar en mi terreno, claro. ¿Pero qué me habrá querido decir con “ir a tomar algo”. ¿Un café?. Un café es de viejos. ¿Una cerveza?. Entonces, tendría que ser un bar. Pero un bar piola, tipo pub. ¿Y a qué hora?. Ni muy tarde, ni muy temprano. Son las 6 y media, si arranco ahora, para las 9 llego. Pero las 9 es la hora de la cena y no me invitó a cenar, puso “a tomar algo”. Y, si voy sin comer, la cerveza puede hacer estragos. Y recién me conoce, no es conveniente. Además, todavía tengo que bañarme, hacerme el baño de crema, secarme el pelo, planchármelo… mmmm, no, mejor, no me lo plancho. Al natural queda mejor, que no crea que me producí tanto. Una cita es algo natural, algo cotidiano (o debería serlo). Por eso, mejor me pongo un jean, la remerita verde que me compré la semana pasada, un look casual. ¿Y en los pies?. Botas. No, me cago de calor con las botas. Este tiempo de mierda. ¿Qué temperatura hace? ¿Dónde puse el control remoto? Ahí estás. Ajá. ¿Qué se pone una con 18 grados?. Con sandalias, me cago de frío y, aparte, ¿quién anda con sandalias, a esta altura del año?. Nadie. Zapatos, mejor. Ni muy cerrados, ni muy abiertos. Y con poco taco, para que después no me duelan los pies en la mitad de la noche. Y nada de maquillaje. O un poquito, bien natural. Ojos delineados, un brillito en los labios.

Culpa

Lo que realmente le molestaba de Marcos era su cara de pócker. En determinadas situaciones, Marcos ponía cara de pócker. Ante la llegada de alguna visita indeseable, por ejemplo. O cuando el perro del vecino lo saludaba efusivamente. Marcos odiaba a los perros y mucho más al del vecino. Era una cuestión de piel, decía. La cara de pócker era una cara vacía, pálida (más de lo habitual) y sin ningún tipo de gesto aparente. Pero era una cara que decía mucho más que cualquier otro gesto. La cara de pócker era un signo en sí mismo. Por eso a Laura la irritaba tanto.